De Don Giovanni a Mortal Engine… lo que vimos en el 25 Festival de México en el Centro Histórico

Por: Enrique R. Mirabal — 1 de abril, 2009

Don Giovanni, puesta de Mauricio García Lozano, se presentó en el Centro Histórico 2009, foto Eniac Martinez, abril 2009 La programación del recién concluido Festival de México en el Centro Histórico cubrió un considerable espectro que no desdeñó lo popular ni las manifestaciones con predominio de la alta tecnología dirigidas a un público joven, a la vez que atendió los gustos de su público originario.

Secciones como Radar y recientes inclusiones expusieron una clara tendencia hacia la pluralidad y la experimentación junto a espectáculos más cercanos a lo tradicional del proyecto inicial: ópera, ballet y grandes orquestas sinfónicas para el inicio con el Palacio de Bellas Artes como marco y un cierre de gran convocatoria en el Zócalo.

Don Giovanni fue la ópera que abrió fuego en el Teatro de la Ciudad. La puesta de Mauricio García Lozano con dirección musical de Phillip Pickett y escenografía de Jorge Ballina levantó reacciones diversas pero, a nuestro juicio, rebasó favorablemente expectativas y prejuicios.

Mauricio García Lozano dirige Don Giovanni que se presentó en el Centro Histórico 2009, abril 2009 El acercamiento lúdico, desinhibido en lo que a sexualidad o sensualidad se refiere más los guiños y anacronismos que no pueden faltar en una puesta al día de cualquier ópera clásica ya no espantan a nadie y, si de desnudos hablamos, es hora de asumir mayor audacia en frontales e integrales, de lo contrario, todo queda en la complacencia y la rutina burguesa que, supuestamente, pretenden sacudir (Ah, los patrocinadores). Lo más gozoso de este Don Giovanni fue el ágil ritmo y el desenfado que, ahora sí, se justificaban por el argumento y la música, todo un festín de los sentidos y un banquete al que nos convoca Mozart con astucia y desparpajo.

El rigor en la ejecución de la partitura y su perfección canónica son harina de otro costal. En este caso, Pickett optó por un aligeramiento y una vertiginosidad que se agradecen, al extremo de olvidarnos de que se trataba de la Orquesta de Bellas Artes. Los cantantes, empezando por el atenorado barítono en el rol principal, fueron peones en un juego con reglas convenidas de antemano. Corrió la partitura con extremosa fluidez que se acercó más al entretenimiento que a la ortodoxia del género lírico; en otras palabras, pudo verse como un musical bien cantado, sin el uso de la amplificación y sin sacrificar la orquestación original, con corrección y fidelidad, en espíritu, al original. Una manera de retrotraernos a los teatros donde Mozart estrenó muchas de sus óperas, dirigidas a un público basto y antisolemne que iba al teatro, exclusivamente, a divertirse.

Ensamble Court-Circuit se presentó en el Festival de México en el Centro Histórico, abril 2009 En otra cuerda y otro circuito, en este caso, el universitario, el Ensamble Court-Circuit, proveniente de Francia, refrendó el rigor de los músicos europeos (no es regla ni manda) para acercarse a partituras contemporáneas. Un pequeño conjunto de cinco integrantes, tal y como pudo haber concebido Brahms, ejecutó en la Sala Nezahualcóyotl un programa con obras de Gérard Grisey y Tristan Murail, dos de los compositores franceses que aparecieron en la segunda mitad del siglo XX para dar continuidad a los hallazgos y experimentaciones sonoras de Messiaen, Boulez y Lygeti, entre otros vanguardistas.

Si bien las obras ejecutadas tenían el denominador común de espectralismo, su sonido era más que familiar, nada sorpresivo y lejano a la evolución o cambio que todos esperamos de la mesiánica música del siglo XXI que aún no llega. De primer nivel, el rigor y la disciplina, la entrega absoluta de los músicos, impecablemente académicos, solistas consumados y, a pesar de su juventud, muy experimentados.

Trio Mediaeval se presentó en el Festival de México en el Centro Histórico, abril 2009 En un salto temporal y espacial que nos transporta a la Edad Media, dos grupos, el Trio Mediaeval de cantantes escandinavas y Mala Punica, ensamble internacional, pusieron las voces necesarias para el arrobamiento y la elevación espiritual de un público ávido de experiencias religiosas… con un twist de paganismo. Impresionante el desborde místico-kitsch de algunos asistentes a la presentación de Mala Punica en el templo Regina Coelli en la calle del Centro Histórico que lleva su nombre.

Con el bonus de los barrocos altares de la iglesia (aunque se tratara de música escrita algunos siglos atrás en otro continente) y la rigurosa y efectista interpretación de los músicos, el concierto dedicado a los motetes de Johannes Ciconia (aprox. 1370-1412) reunidos como Sidus Preclarum y algunas obras anónimas, exaltó a los convocados entre los que se encontraban Horacio Franco y el director británico Pickett quienes ostensiblemente manifestaron su satisfacción. Viniendo de dos especialistas en música antigua (categoría en la que caben todas las tendencias y etapas sucesivas entre el medioevo y el siglo XVIII), es de fiar el entusiasmo. Realmente, la noche en que Las granadas florecieron para la Reina de los cielos fue una de las veladas inolvidables del Festival.

Dimiter Gostscheff presentó Ivanov en el Festival de México en el Centro Histórico, abril 2009 La danza y el teatro vistos, a contracorriente de los aplausos y la efusiva entrega de gran parte del público, resultaron, en el mejor de los casos, aburridos. Nadie podrá convencernos –como reza en el programa de mano– de que el teatro alemán es el más vital ni el puntero de las vanguardias europeas después de la bochornosa -por el calor- noche de estreno de la esperpéntica -en el sentido valle-inclanesco- versión del temprano texto teatral Ivanov de Antón Chejov.

Entre los postulados del director de la puesta, Dimiter Gostscheff, destaca el pretendido deslinde con el costumbrismo y la búsqueda de una puesta al día de la fábula chejoviana. Este espectáculo del subvencionado Teatro del Pueblo berlinés coincide, más de lo deseado, con los dislates de nuestras compañías nacionales y/o populares: presupuesto casi ilimitado (aunque en Ivanov cueste creerlo) y libertad absoluta (fue más que suficiente la censura padecida desde el nacionalsocialismo al socialismo real que tan didácticamente nos ilustrara el filme La vida de los otros) para que, una vez derribado el Muro de Berlín y la Cortina de hierro no se pudieran diseñar cortinas de humo al vapor y como leit-motiv de un montaje en el que los actores aullaron en atiplado falsete de principio hasta el sinfín de una función que sobrepasó las dos horas y quince minutos de asfixiante (por el humo) atmósfera que, efectivamente y es el principal mérito del director, jamás sonó (no sólo por la lengua alemana) a Chejov ni a dramaturgo que se le parezca.

Chunky Move se presentó en el Festival de México en el Centro Histórico, abril 200 Ah, se nos olvidaba, los tics y la tartamudez naturalistas, coloquiales y espontáneos de Woody Allen ya se integraron orgánicamente al acervo gestual del Teatro del Pueblo alemán.

Chunky Move, la muy esperada y festejada compañía australiana, nos lanzó todo el arsenal de rayos láser de su Mortal Engine. Un despliegue de elementales y rutinarios efectos visuales y sonoros más el insistente uso del sensor térmico traducido en imágenes reverberantes reflejadas en pantalla de fondo de los movimientos corporales (al menos, lo más rescatable del show) acosó nuestras retinas y tímpanos cerca de una hora, tortura que disfrutó con proverbial masoquismo una buena parte de la concurrencia que además de aplaudir, pagó por la sesión oftálmico- acústica cual canguros de laboratorio. Un juego sensorial más apropiado para el Papalote, Museo del niño, que para una sala teatral. Hasta el próximo Festival.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.