Por: Colaborador Invitado — 27 de marzo, 2009
Colaboración especial de la Revista de las Artes Escénicas ARTEZ, Bilbao, España.
El Instituto Internacional del Teatro-ITI organiza junto con la UNESCO una ceremonia de lectura del Mensaje para el DÃa Mundial del Teatro en este acto que tuvo lugar el dÃa 25 de marzo en la sede de la UNESCO en ParÃs, estuvieron presentes el propio Augusto Boal; Ramendu Majumdar, Presidente del ITI; Ali Mahdi, Vicepresidente del ITI; y Jean-Pierre Guingané, Presidente de la Oficina Regional del ITI para Africa, quien además fue el encargado el pasado año de redactar el mensaje para el DÃa Mundial del TÃtere.
Augusto Boal, dramaturgo, escritor y director de teatro brasileño, quien desarrolló el ‘teatro del oprimido’, método y formulación teórica de un teatro democrático, del pueblo, fue designado por el ITI para emitir el Mensaje conmemorativo a esta importante fecha.
Exiliado en Estados Unidos en 1953, para volver a Brasil dos años después, donde asumió la dirección artÃstica del Teatro de Arena de São Paulo, Boal fue nominado en 2008 como candidato al Premio Nobel de la Paz. Entre sus obras se puede mencionar la deliciosa y sangrienta aventura latinaJane Spitfire o la sambópera escrita en el 1976 basada la ópera Carmen.
Augusto Boal
Mensaje del DÃa Mundial del Teatro
Marzo 2009
Todas las sociedades humanas son espectaculares en su vida cotidiana y producen espectáculos en momentos especiales. Son espectaculares como forma de organización social y producen espectáculos como este que ustedes han venido a ver. Aunque inconscientemente, las relaciones humanas se estructuran de forma teatral: el uso del espacio, el lenguaje del cuerpo, la elección de las palabras y la modulación de las voces, la confrontación de ideas y pasiones, todo lo que hacemos en el escenario lo hacemos siempre en nuestras vidas: ¡nosotros somos teatro!
No sólo las bodas y los funerales son espectáculos, también los rituales cotidianos que, por su familiaridad, no nos llegan a la consciencia. No sólo pompas, sino también el café de la mañana y los buenos dÃas, los tÃmidos enamoramientos, los grandes conflictos pasionales, una sesión del Senado o una reunión diplomática; todo es teatro.
Una de las principales funciones de nuestro arte es hacer conscientes esos espectáculos de la vida diaria donde los actores son los propios espectadores y el escenario es la platea y la platea, escenario. Somos todos artistas: haciendo teatro, aprendemos a ver aquello que resalta a los ojos, pero que somos incapaces de ver al estar tan habituados a mirarlo. Lo que nos es familiar se convierte en invisible: hacer teatro, al contrario, ilumina el escenario de nuestra vida cotidiana.
En septiembre del año pasado fuimos sorprendidos por una revelación teatral: nosotros pensábamos que vivÃamos en un mundo seguro, a pesar de las guerras, genocidios, hecatombes y torturas que estaban acaeciendo, sÃ, pero lejos de nosotros, en paÃses distantes y salvajes.
Nosotros que vivÃamos seguros con nuestro dinero guardado en un banco respetable o en las manos de un honesto corredor de Bolsa, fuimos informados de que ese dinero no existÃa, era virtual, fea ficción de algunos economistas que no eran ficción, ni eran seguros, ni respetables.
No pasaba de ser mal teatro con triste enredo, donde pocos ganaban mucho y muchos perdÃan todo. PolÃticos de los paÃses ricos se encerraban en reuniones secretas y de ahà salÃan con soluciones mágicas. Nosotros, las vÃctimas de sus decisiones, continuábamos de espectadores sentados en la última fila de las gradas.
Veinte años atrás, yo dirigà Fedra de Racine, en RÃo de Janeiro. El escenario era pobre: en el suelo, pieles de vaca, alrededor, bambúes. Antes de comenzar el espectáculo, les decÃa a mis actores: “Ahora acaba la ficción que hacemos en el dÃa a dÃa. Cuando crucemos esos bambúes, allá en el escenario, ninguno de vosotros tiene el derecho de mentir. El Teatro es la Verdad Escondida”.
Viendo el mundo, además de las apariencias, vemos a opresores y oprimidos en todas las sociedades, etnias, géneros, clases y castas, vemos el mundo injusto y cruel. Tenemos la obligación de inventar otro mundo porque sabemos que otro mundo es posible. Pero nos incumbe a nosotros el construirlo con nuestras manos entrando en escena, en el escenario y en la vida.
Asistan al espectáculo que va a comenzar; después, en sus casas con sus amigos, hagan sus obras ustedes mismos y vean lo que jamás pudieron ver: aquello que salta a nuestros ojos. El teatro no puede ser solamente un evento, ¡es forma de vida!
Actores somos todos nosotros, el ciudadano no es aquel que vive en sociedad: ¡es aquel que la transforma! Traducción: Revista Artez
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