Teatro

Los nuevos bárbaros

Por: María Teresa Adalid — 4 de septiembre, 2005

El hombre es el único animal capaz de pensar y tomar decisiones propias; ha sido también capaz de crear las cosas más nobles y bellas, así como de erradicarlas en un segundo. Se ha convertido, a su vez, en su peor enemigo y pesadilla: guerras, asaltos y violaciones a los principales derechos humanos cada día se vuelven más aceptados para entrar en el terreno de lo común y cotidiano sin que cause ya algún gesto sorpresivo.

La globalización en el mundo ha abierto nuevos mercados y nos ha permitido intercambiar cultura con países fascinantes que, visto sólo apenas hace unos años, parecería ilusorio aunque hoy todo es una realidad.

Así pues, el mundo ha entrelazado sus ramas por doquier y las consecuencias tanto negativas como positivas tampoco se han hecho esperar: el mercado competitivo ha puesto de moda a la ley del más fuerte.

El método Grönholm, de Jordi Galcerán, dirigida por Antonio Castro, nos cuenta la travesía de cuatro últimos candidatos: Fernando, Mercedes, Enrique y Carlos, quienes se encuentran citados en una importante planta de una prestigiosa empresa multinacional con el objetivo de pasar las últimas pruebas del proceso de selección y obtener el puesto de ejecutivo, sólo uno, lo cual desata una lucha de poderes.

El camino marca vencer y desenmascarar al enemigo, al otro candidato, hurgando en su yo más íntimo, desarmándolo, poniendo el dedo en la llaga, donde más duele, donde se es más vulnerable al entorno para aprovecharse de ello y desde ahí destrozarlo.

Sin embargo las situaciones trágicas, patéticas y sentimentales se tornan cómicas debido a lo absurdo e irrisorio de las pruebas de selección, que nada tienen que ver con el puesto en cuestión pero sí desatan una cantidad de estímulos emocionales, los cuales desdoblan las facetas y personalidades llegando al extremo de lo ridículo y fársico: desde un payaso, un torero, un político, hasta un obispo… cualquier cosa con tal de obtener el puesto. Es así que las pruebas se convierten en hazañas de resistencia, dominio, poder y supervivencia.

De este modo, el método es un juego de mentiras, de apariencias, es un juego como metáfora en las relaciones humanas. Las cuatro personalidades son el reflejo de una sociedad que ha perdido los escrúpulos con tal de obtener lo que desea: más prestigio, más dinero. Humillarse queda en un segundo plano en pro de un ideal distorsionado y es mucho más fácil olvidarse de los valores que alguna vez dignificaron al hombre, que mantenerlos.

Los personajes juegan entre sí y el público es invitado a participar con ellos, a intentar descubrir con ellos la verdad y la mentira, si eso es posible. Bajo el aspecto de comedia, El método Grönholm es una obra fuerte llena de ironía, acidez y humor negro. Roberto Blandón, Miguel Rodarte, Anilú Pardo y Emilio Guerrero son los cuatro candidatos que encaran esta sed de poder.

La obra se estrenó en marzo de 2004 en Barcelona, en catalán, y tan buena fue la recepción que a las pocas semanas también se estrenó la versión en castellano en Madrid, y de ahí saltó rápidamente a Lisboa, luego a Alemania —donde se presenta simultáneamente en tres ciudades—, Buenos Aires, Venezuela, Perú, y ahora llega a México, en una producción de OCESA, Federico González Compeán y Morris Gilbert.

El Método se presenta en el Nuevo Teatro Sala Chopin, Álvaro Obregón 302, Colonia Roma. Las funciones son los días jueves 8:30 p.m., viernes: 7:30 y 9:30 p.m., sábado: 6:00 y 8:00 p.m., y domingo: 5:30 y 7:30 p.m.

Las relaciones humanas son un laberinto infinito, por lo que encajar en la maquinaria social no significa estar acompañado pues se vive la soledad en compañía, haciendo del entorno, de los semejantes y de uno mismo un lugar ajeno y de mera supervivencia.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.