
Por: Miguel G. Calero — 4 de septiembre, 2016
“¿Alguien conoce la etimologÃa exacta de perro?”. El lenguaje es el motor inicial de El lÃquido táctil donde el teatro, el cine y la literatura se convierten en el escape continuo en la vida que hace llevaderas las cargas que nos aquejan. Cuál de estas expresiones será la mejor, dependerá de con cuál cada uno de los personajes se identifique más por su propia vitalidad.
¿Es que hay en estas artes las grandes máscaras de nuestros dolores más internos? En ocasiones pasas el fin de semana con la familia, a veces con los amigos, pero hay otras en que te toca estarlo contigo, viéndote en el mismÃsimo escenario, lugar de los actos y de las mascaradas. Pese a que el escenario tiene más actores, estás contigo y con tus máscaras, tus letras, tu lenguaje que encarcela tu sentir.
Asà es El lÃquido táctil, del argentino Daniel Veronese, una obra que en un solo acto provoca, confronta y cuestiona. Sin afanes pretenciosos, tres personajes, interpretados por Gabriela Zas, Daniel Bretón y Jorge Chávez, encaran una multiplicidad de problemas que al final, convergen en una álgida conversación que va más allá de sus alcances ¿qué sucederá cuando las actuaciones se convierten en la realidad hecha poesÃa? La argumentación de Veronese y la dirección de Boris Schoemann hacen constantes guiños y coqueteos con una revolucionaria temática teatral.
¿O es que no te ha pasado que se te sale de las manos una discusión de mesa? ¿Qué de una reunión familiar, salen a flote los terribles sucesos de un pasado no resuelto? Es difÃcil no identificarse con el cóctel de emociones e intensidad que desata el hecho de la adopción de un perrito: Titán Tristanovich.
Un pretexto para que a través de su presencia se generen los reproches entre marido, mujer y cuñado, subiendo de intensidad a lo largo de la velada; mas, el protagonismo es difuso frente a los vaivenes de las temáticas abordadas: un tÃpico matrimonio joven que enfrenta sus primeras crisis, la intervención de la familia (que no siempre es bienvenida) y los deseos o anhelos frustrados en pos del bienestar del “otroâ€. Resulta tan cercano y aleccionador que no es posible dejar de reflexionar en las máscaras con que nos escondemos y que cambiamos al variar de escenario.
¿Habrá moraleja de todo este encuentro familiar? Escuchar, con atención y no sólo oÃr, puede resolver la mayorÃa de los conflictos internos que nos acercan o alejan de nuestros más queridos seres. La otra enseñanza podrÃa ser que regalar un peluche nunca ha sido un acto del todo inocente, ¿qué existe tras la teatralidad o ficción que encierran nuestras acciones?, ¿hay verdad en la poesÃa? ¿Será que el teatro, el cine y la literatura hablan de la verdad dicha de una manera poco acostumbrada? Hay lÃquidos táctiles como vapores intáctiles; contrariamente la materialidad puede llegar a ser intáctil y lo más táctil es nuestro subconsciente y nuestras ideas.
Elegida para conmemorar 16 años de trayectoria de la siempre polémica y audaz compañÃa Los Endebles, El lÃquido táctil es una gran obra que reúne a la neurósis familiar, el arte y el desenfreno. Desenfreno constantemente necesario, aunque sea en la familia y por el único medio artÃstico. ¿Es posible que la familia misma sea a veces un gran teatro? En tal caso, esta obra nos hace pensar qué sucederá cada noche al bajar el telón en cada hogar. El lÃquido táctil se presenta todos los domingos (hasta el 18 de diciembre), en el Teatro La Capilla, altamente recomendable para iniciar la semana con menos ego, algo de tango y risas con cachitos de buen humor negro. Fotos: Hiram Tinajero.
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