
Por: Susana Fernández — 29 de agosto, 2016
“Hay quien devora todo lo que existe en la tierra y hay quien se queda mirando sin hacer nadaâ€, fragmento de Pequeños Zorros de Lillian Hellman.
Justo cuando atraviesas esa delgada frontera que divide lo real de la ficción dramática, la belleza del escenario del Teatro Santa Catarina invade todo pensamiento para trasladarnos a los albores del siglo XX y mostrar –con el poder del texto y la pasión del actor– el lado más oscuro y mezquino de una familia capaz de engañar y dominar a toda su comunidad para obtener ganancias a cualquier precio.
Asà inicia la trama de Pequeños Zorros, retrato de una familia de principios del siglo pasado situada en lo que podemos pensar es algún pueblo sureño de los Estados Unidos, un extraordinario trabajo que muestra como la ambición no respeta condición, edad o sexo, la ambición corrompe hasta al más inocente. Como todo clan depredador, éste tiene en BenjamÃn (Arturo RÃos) y Oscar (Juan Carlos Vives) a sus máximos exponentes del machismo y puritanismo de la época, herederos de la fortuna familiar por el simple hecho de ser varones.
Ellos llevarán a su hermana Regina (Stefanie Weiss) a quebrantar toda regla ética con el fin de obtener posición y libertad sin la necesidad de una figura masculina en su vida, llámese esposo, hermanos o padre. Este trÃo falto de toda actitud de nobleza ejemplifican lo más bajo de una sociedad –en cualquier época o tiempo– capaz de sacrificarlo todo para alcanzar sólo sus beneficios.
Bajo la diestra dirección de Luis De Tavira, la familia Hubbard muestra la violencia, cinismo y codicia de un capitalismo a ultranza, una necesidad de poder que es capaz de arrasarlo todo a su paso, empero más allá de ser sólo una puesta en escena con una anécdota en particular, Pequeños Zorros es también la lectura de un presente devastador.
“O eres negro o eres millonario no caben términos medios”, grita una Regina consumida por la avaricia. Y tanto en 1900, momento en que se sitúa la historia original de la norteamericana Lillian Hellman, como en los tiempos que hoy corren la frase es más que pertinente. ¿Acaso no estamos viendo el resquebrajamiento de nuestra época? ¿No somos testigos de una debacle económica que ha desencadenado la más grave crisis humanitaria de que se tenga memoria?
En este sentido, cabe destacar los contrastes que se dan en el escenario, mientras la fastuosa escenografÃa del maestro Alejandro Luna aunada al elegante diseño de vestuario de Carlo Demichelis, nos traslada a un salón refinado de una elegante casa sureña que pereciera alberga a una familia de origen noble, la experimentada dirección de Luis De Tavira desgrana las identidades de cada uno de los personajes descubriendo sus excesos y debilidades, fiel ejemplo de la condición del ser humano en ruinas, sin pasar por alto vestigios de esperanza.
Es asà que el trabajo actoral de Rodolfo Guerrero, Ana Clara Castañón, Raúl Adalid, Marisol Castillo, Pedro de Tavira, José Antonio Becerril y Yulleni Pérez Vertti, acompañan a Juan Carlos Vives, Arturo RÃos y Stefanie Weiss para recrear una historia que, como anuncia el programa de mano: “nos muestra las aberraciones del capitalismo, de la ambición del poder, del individualismo, en donde no importa a costa de que, lo importante es hacer más dineroâ€.
Con la adaptación de Luis y José MarÃa De Tavira, Pequeños Zorros se presenta de jueves a domingo en el Teatro Santa Catarina, una producción de Teatro UNAM que se recordará como una de esas joyas que los amantes de la escena dramática no pueden pasar por alto: un texto poderoso, actuaciones impecables, una perfecta escenografÃa y el ojo de –quién es quizá–, uno de los directores más destacados en la historia teatral de nuestro paÃs, Luis De Tavira. Fotos: Julia Con.
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Susana, gracias por tu nota. Definitivamente un texto vigente, muy a doc para estos tiempos.
Un abrazo!
Gracias por el comentario Rodolfo.