Teatro

Ensayo general con escenografía

Por: Enrique R. Mirabal — 4 de septiembre, 2005

Al documentar la historia del teatro mexicano, David Antón encabeza, por derecho propio, la lista de aquellos que han enriquecido con su arte la dramaturgia nacional. Artista plástico nato _ varias obras, entre ellas, un espléndido retrato de su querida amiga, la actriz María Douglas, lo confirman_, el señor Antón estudió pintura y escultura en La Esmeralda pero, al poco tiempo, Tespis lo subió al carro teatral. Wilberto Cantón, uno de sus mentores, le encomendó los diseños para Escuela de cortesanos, una modesta producción; sin embargo, su primera incursión en el Teatro con mayúsculas se da en 1956 con La mandrágora de Maquiavelo, dirigida, nada más y nada menos, por el mítico Seki Sano.

Constancia y validación imborrable del éxito de esta puesta es el programa de mano con dedicatoria de puño y letra de Diego Rivera: así lo habrá impresionado el talento de David, que el muralista, nada proclive a elogiar a otros artistas, vaticina el brillante porvenir del joven escenógrafo. Con semejante comienzo, en lo sucesivo, nada nos debe sorprender.

Clásicos universales y de la literatura en castellano, éxitos de Broadway, autores mexicanos y europeos, directores vanguardistas y experimentales (el enfant terrible de los sesenta, Jodorovsky), todos tienen cabida en su amplio espectro creativo. Audaz pero también dotado de un nutrido arsenal de recursos técnicos y energía sin límites, DA acomete cualquier empresa con el entusiasmo de la primera vez, con seriedad, dedicación y mucha inspiración.

El brillo de gran espectáculo y soberbia producción que ha creado para musicales como Sugar, Gipsy, La cage aux folles, Por la calle de Alcalá o Mame contrastan con la sobria y metálica estructura industrial en años recientes para La muerte se va a Granada o el intimismo acechante de Relaciones peligrosas, ambas bajo la dirección de José Luis Ibáñez. Por el camino, El mercader de Venecia, Volpone, Calígula, la primera puesta en México de La cantante calva y otra pieza clave del teatro en el siglo XX, Esperando a Godot además de haber sido el escenógrafo favorito de su entrañable amigo Luis G: Basurto con el que emprendió giras memorables por Argentina y España.

Las grandes divas del teatro mexicano y español: María Tereza Montoya, Marga López, María Douglas, Andrea Palma, Jacqueline Andere, Amparo Rivelles, Nati Mistral y Aurora Bautista … deben al talento de Antón el haberles trazado el marco ideal para explayar sus dotes histriónicas y mantener un público cautivo por décadas . Encabezando la lista, la irrepetible Dolores del Río quien por vez primera pisó las tablas con El abanico de Lady Windermere y, a partir de entonces, tuvo en DA a su escenógrafo de cabecera.

Los grandes éxitos de Silvia Pinal tienen su sello al igual que las recordadas temporadas de Irán Eory en el Teatro de los Insurgentes, el foro por excelencia para las grandes producciones musicales y teatrales de las últimas décadas, muchas de ellas con la rúbrica de DA: Yo y mi chica, Peter Pan, El vestidor, La familia real, La libélula…

Los grandes géneros han ejercido una atracción irresistible para David Antón y, entre estos, la opereta, la danza y la zarzuela le ceden el primer lugar a la ópera. EL Palacio de Bellas Artes es testigo de las magistrales producciones operísticas creadas por él: Orfeo y Eurídice, La hora española, La mulata de Córdoba, El prisionero, La Traviata , La Bohéme, Rigoletto, La favorita, La voz humana, Electra y, a fines de junio de este año, el estreno de Turandot, cuyos diseños hemos podido apreciar y auguran una deslumbrante puesta en escena como pocas veces hayamos visto.

En 2006, se contarán 50 años de trabajo ininterrumpido del maestro Antón. Para celebrar al ilustre artista que tanto nos ha dado, esperamos, de parte de las autoridades culturales mexicanas y el gremio teatral, incluidos empresarios, directores, actores y críticos, un homenaje a la altura de sus creaciones.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.