Natasha Korsakova… De casta de artistas

Por: Enrique R. Mirabal — 3 de diciembre, 2008

La violinista rusa toca el Primer Concierto de Shostakovich con la OFUNAM, bajo la dirección del maestro Alun Francis

Natasha Korsakova interpreta el Primer Concierto de Shostakovich con la OFUNAM, dic 2008 Sin entrar en bizantinas discusiones acerca del factor hereditario de los genes artísticos, en el caso de la violinista Natasha Korsakova, la teoría sale a flote con muchas posibilidades de sembrar la duda.

La concertista rusa recibió educación musical desde temprana edad a cargo de su abuelo Boris y después continuó estudios con su padre, el violinista Andrei, todo lo cual suena a un relevo generacional bastante frecuente. Lo curioso comienza al analizar el apellido común a los miembros de la dinastía: Korsakov, el cual nos retrotrae al famoso compositor, pedagogo y autor de un famoso Tratado de orquestación, Nicolai Rimsky- Korsakov (1844-1908).

El Gran Maestro de varias generaciones de músicos rusos parece también haber dejado su semilla artística en su familia de la cual desciende la violinista que ahora nos visita para interpretar el Concierto No. 1 de Shostakovich con la Orquesta Filarmónica de la UNAM, en la Sala Nezahualcóyotl.

En un programa ruso hasta la médula, se inicia con el pionero de la ópera nacional, Mijail Glinka, sigue con Shostakóvich y termina con el Patriarca Nicolai. Tendremos la oportunidad de seguir una suerte de evolución de la música de la Gran patria rusa que hoy parece haberse revigorizado en la peor de las acepciones con un Putin geopolítico y explosivamente Molotov.

Exceptuando el fast forward que representa el Concierto de Shostakovich en el orden de las partituras, se puede seguir en este programa un hilo conductor del nacionalismo, su paso por un orientalismo exótico hasta el conservador realismo socialista de la era soviética, cada etapa con sus virtudes y defectos pero todas muy ilustrativas.

Alun Francis dirige a Natasha Korsakova interpretando el Concierto No. 1 de Shostakovich, dic 2008 Mijail Glinka (1804-1857) escribió dos óperas de las que no se conocen, fuera de Rusia, más que las oberturas correspondientes y algunas danzas características. Nos referimos a Una vida por el zar y a Russlan y Ludmila, ambas con una rica línea melódica e impetuosos pasajes de pasional nacionalismo.

Este compositor fue el punto de partida de un movimiento de reivindicación de lo autóctono, de las leyendas ancestrales y de los héroes patrióticos resucitados como protagonistas del acontecer musical. El espíritu de Glinka se perpetuó en el llamado Grupo de los Cinco, comandado por Rimsky- Korsakov bajo la advocación de Balakiriev y, muy pronto, se convirtió en una especie de normativa del conservatorio de San Petersburgo.

Con la llegada de los soviets, el nacionalismo derivó de identidad zonal a un pansovietismo matizado por la ideología dominante, de ahí que más allá del carácter ruso de la música soviética (que incluye a Ucrania, Bielorrusia, Estonia, Moldavia y Siberia entre otras tantas repúblicas) se percibe una manera de hacer con reglas y códigos específicos, neoclasicistas y folklorizantes que, en su esencia, niegan la integración de las vanguardias occidentales (como si no hubieran salido, entre otros, de los rusos Stravinsky y Prokofiev).

Por supuesto, el talento y la sensibilidad de Dmitri Shostakovich (1906- 1975) se mimetizó a los reclamos partidistas y produjo obras relevantes como este Primer concierto para violín y orquesta con interesantes apoyos rítmicos, una orquesta más allá del papel de acompañante pasivo y pasajes solistas que ofrecen oportunidades de lucimiento y, en ocasiones, de virtuosismo, según quién lo interprete. Con tal expectativa es que acudiremos a oír a la descendiente de Rimsky Korsakov.

Natasha Korsakova interpreta el Concierto No. 1 de Shostakovich con la OFUNAM, dic 2008 Antar, la obra que cierra el programa de la OFUNAM está catalogada como una suite sinfónica o simplemente como la Segunda sinfonía del autor. Lo cierto es que el carácter descriptivo y narrativo de la música de Rimsky- Korsakov nos mete de lleno en el argumento mítico orientalista con eremitas en el desierto, animales fabulosos y leyendas de amor. Antar es, ante todo, un gran fresco orquestal que puede tomarse, como la mayoría de las obras del músico ruso, como un festín para los sentidos y como ejemplo de la utilización, en partes solistas o de conjunto, de los diferentes instrumentos de la orquesta, es decir, el complemento ilustrativo de su Tratado de orquestación.

Natasha Korsakova nació en una familia de músicos en Moscú y comenzó tocando el violín a la edad de 5 años. Es descendiente del compositor Nicolai Rimsky-Korsakov. Su primer profesor fue su abuelo Boris Korsakov. Siguió su educación musical con su padre, el virtuoso del violín Andrei Korsakov. Su madre es la pianista Yolanta Miroshnikova-Caprarica. Después de la muerte temprana de su padre, Natasha Korsakova estudió bajo el tutelaje de Ulf Klausenitzer en Nuremberg y luego con Saschko Gavrilov en Colonia.

La Korsakov ha tocado con importantes orquestas internacionales y mantiene en repertorio tanto música de cámara en la que incluye a los clásicos y románticos como Bach, Mozart, Schubert y Beethoven hasta los más representativos conciertos de la literatura violinística del siglo XIX y la primera mitad del S. XX.

Orquesta Filarmónica de la UNAM
Tercera Temporada
Alun Francis, director artístico
Natasha Korsakova, violín
Sábado 6, 20.00 horas
Domingo 7, 12.00 horas
Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario
Programa:
Obertura de Una vida por el zar de Glinka
Concierto para violín No. 1 de Shostakovich
Sinfonía No. 2, Antar de Rimsky-Korsakov

Una respuesta a “Natasha Korsakova… De casta de artistas”

  1. Daniel dice:

    Queda muy claro que natasha desciende de una gran familia como es la dinastia korsakov, pero lejos de ello hay que reconocer el gran talento que tiene, he tenido el honor de admirarla en escena y realmente enamora esta chica.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.