
Por: Aracely Cortés — 4 de marzo, 2016
Con la dirección de José Caballero, La última sesión de Freud es ante todo, un duelo actoral entre Sergio Kleiner y Dario T. Pie, dos figuras de la escena teatral que exponen la confrontación entre ciencia y fe en un profundo cuestionamiento sobre la existencia de Dios que parte de la dramaturgia de Mark St. Germain, basado en la clásica novela The Question of God, de Armand M. Nicholi, Jr.
Una obra que se desviste ante el espectador con el sonido de la radio, un artefacto primordial de la época que el mismo padre del sicoanálisis utilizaba para escuchar el noticiero de la BBC a la vez que disfrutaba de la programación musical. Un aviso metafórico de que La última sesión de Freud sucede en el escenario del Teatro Helénico.
La historia narra el hipotético encuentro entre dos figuras antagónicas, el neurólogo e intelectual Sigmund Freud y Clive Staples Lewis –medievalista y autor de novelas como Cartas del diablo a su sobrino y Las crónicas de Narnia, entre otras–, un diálogo bien estructurado que se permite analizar argumentos filosóficos, sicológicos y religiosos perfectamente inteligibles para el espectador a partir de un texto que además juega con el humor.
Las marcadas distancias intelectuales entre lo religioso y el psicólogo de sueños no es motivo para un encuentro de poco sustrato, por el contrario, los diálogos entre los personajes parten de la solvencia cientÃfica y filosófica que los dos sustentan en su tesis de vida.
Asà el espectador es situado en la Austria que albergó los últimos meses al padre del psicoanálisis y en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, donde el sonido de las sirenas, el atraso en la partida y el arribo de los trenes, el toque de queda y el temor a la muerte dan lugar a un espacio-temporal que en su estructura escenográfica descubre el consultorio de una de las figuras más influyentes del siglo XX, Sigmund Freud, interpretado por Sergio Kleiner.
Un tête-à -tête filosófico donde el joven irlandés C. S. Lewis (Dario T. Pie) argumenta que el sentido de la vida está centrado en que la creación tiene un orden y un fundamento, en que las cosas tanto materiales como emocionales no pudieron surgir de la nada; mientras que Freud argumenta que creer en Dios no tiene otra base que la permanente búsqueda del padre perfecto.
Es ese encuentro escénico, estos dos histriones con la pulcra dirección de José Caballero, son, en su impecable protagonismo, dos simples mortales que muestran sus fortalezas y debilidades, su desasosiego de la sique y de las relaciones humanas. Son escenas de angustia que dibujan al hombre de ciencia y al literato, dos seres humanos de firmes convicciones que viven ante la incógnita de la entrada de Gran Bretaña en la Guerra en una plática sobre la vida y la existencia como hombres.
La última sesión de Freud nos presenta a un Freud, que más allá del sicoanalisis y de las interrogantes de la enfermedad que lo consume, es un padre que comunica a su hija, (depositaria de su legado) sus dudas sobre las aseveraciones de una tesis que él con firmeza sustenta: “el por qué sus pacientes una vez que llegan a la muerte se acercan a la idea de Dios, siempre por medio del temor, de la necesidad de aprobación y de la angustia que genera la idea de desaparecer para siempre y perder todo vestigio de existencia”.
Él cómo o el por qué Lewis, quien en su juventud habÃa sido un gran ateo, ahora en su madurez cae a plomo en el convencimiento de la existencia y revelación de un Dios, no sólo desde el agnosticismo sino desde una conversión total a la fe, pues como individuo afirma que hay un Dios bondadoso y que una vez que ha concluido nuestro proceder terrenal nos conducirá a la vida eterna.
Las preguntas de Freud van en el sentido de entender qué experiencia racional o inconsciente logró tal transformación en el escritor, y en cada interrogante busca las posibles contradicciones que puedan dar pie a sus comprobaciones.
AsÃ, una alerta de bomba hace que se muestre la vulnerabilidad de ambos, en ese momento la solidaridad del joven con el septuagenario demuestra que hay circunstancias en la vida, en las que la diferencia de edad o las controversias filosóficas quedan rebasadas, cada ser humano es tan valioso como el otro. Con esa reflexión final se queda Freud al ver partir al nuevo converso al cristianismo…
Es asÃ, que La última sesión de Freud (que se presenta de viernes a domingos en el Teatro Helénico del Centro Cultural Helénico, hasta el 17 de abril) nos sorprende con un intercambio de ideas y enriquecimiento mutuo entre dos mentes poderosas en un manifiesto que en su concepto dramático entrelaza un debate sobre el arte, la polÃtica, la vida, el amor, la muerte y por supuesto la religión. Fotos: Adair Rodriguez.
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