Alejandro Luna… el teatro es un trabajo colectivo

Por: C. Magun y S. Fernández — 15 de enero, 2016

“La tarea de la escenografía es hacer lo que los actores no pueden”, Alejandro Luna.

El pasado miércoles 13 de enero, la Sala Manuel M Ponce del Palacio de Bellas se vio totalmente abarrotada al ser el escenario para la entrega de la Medalla Bellas Artes al arquitecto, escenógrafo e iluminador Alejandro Luna.

Una noche donde el frío del exterior contrastaba con la calidez de un recinto donde se dieron cita sus familiares, María y Diego Luna, así como sus nietos, amigos cercanos, miembros de la comunidad artística como Arcelia Guerrero, Julieta Egurrola, Enrique Singer, Jaime Chabaud, Richard Viqueira, Esteban Castellanos, autoridades, periodistas y público en general, quienes acudieron para honrar a uno de los hombres que han dividido la historia del teatro en México en un antes y después.

Previamente a esta noche, el maestro Luna –con ese espíritu generoso que todos aquellos que han tenido contacto con él destacan–, compartió con InterEscena algunas de la infinidad de anécdotas que ha reunido en más de 50 años de trayectoria.

De una actitud afable, una sonrisa que invita a relajarse y un gran sentido del humor, Alejandro Luna recuerda su llegada a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM más como un acto de amor a las mujeres que como una búsqueda de posibilidades.

“Le voy a decir la verdad, estudié primaria, secundaria y preparatoria en escuela de hombres, cuando llegué a arquitectura, la Facultad entonces tenía mil alumnos, de los cuales 993 eran hombres y había 7 mujeres repartidas en toda la escuela, yo tenía 17 años y quería conocer al otro género de mi especie y cruzando el campus estaba Filosofía y Letras donde la proporción era inversa, las mujeres dominaban y eran las más guapas y las más liberales. A mí me intereso ir al otro lado del campus y empecé a actuar en un grupo de teatro con un grupo de amigos que tenía ahí“.

Si bien es cierto que el maestro confiesa con humor y picardía su debilidad por el género femenino como el motivo para acercarse al teatro es necesario aclarar que ya antes había hecho teatro en la preparatoria y con grupos independientes, así que su llegada al ámbito escénico no fue casual sino –desde nuestro particular punto de vista–, se trató de la continuidad de una pasión que estaba ahí, solo había que desentrañarla. A eso contribuyó todo las posibilidades y contactos que le brindó la Facultad, tanto en el ámbito académico como en el aspecto vivencial, en este sentido, salta una pregunta.

¿Hubo algún maestro en especial que le marcará o influenciara de algún modo?
“¡A mí no me marcó nadie!” –exclama– y con ese tono que revela su desdén por reglas y normas convencionales, prosigue, “En mi época la Facultad era chiquita, muy interesante y tenía un profesorado magnífico, ahí una vez a la semana don Antonio López Mancera daba una clase a la semana, Julio Prieto no daba clases ni David Antón, él dio clases después pero a mí ya no me tocó. Yo tomaba esa clase semanal, pero el maestro Mancera, consciente de que no íbamos a avanzar mucho con eso nos invitaba a Bellas Artes a ver los montajes y me pasaba días enteros viendo cómo iluminaba, cómo se hacían los decorados de las óperas y demás, para mí, las clases eran al estar en Bellas Artes observando cómo se hacía todo“.

“A la par de esto, vi todas las obras de Julio Prieto y de David Antón y puedo decir que sí fueron mis maestros pero no tomé clases en el sentido riguroso. Esos tres maestros que hemos mencionado yo los llamó ‘escenógrafos de oficio’”

¿Cómo fue que se inició en la escenografía si usted había comenzado como actor?
“Me llamaban a que actuará con la condición de que hiciera la escenografía. Como era el que estudiaba arquitectura, sabía dibujar, calcular, sabía de precios, de presupuestos, de sistemas constructivos, entonces se les hacia fácil decir: qué Alejandro haga la escenografía. Después ya nada más me llamaban a hacer la escenografía con la condición de que no actuara, mi carrera de actor fue muy breve, la recuerdo con mucho cariño pero no era por ahí, esa es la verdad. A la larga comprendo que mis estudios de arquitectura fueron muy valiosos, pero no solamente estudié teatro, también tomé historia del arte, algunas clases de francés, tomé clases de teatro pero no me recibí pues ya tenía bastante trabajo de arquitectura”.

¿Cuándo piensa en la próxima escenografía por hacer, qué toma primero en consideración?
“El texto. Cuando me piden que haga una escenografía, le digo al director: ‘sí, nos vemos en un mes’, algunos se quedan como sacados de onda, pero la verdad, yo necesito leer el texto sin que me lo platiquen porque sé que así puedo aportar más. Después habló con el director, nos ponemos de acuerdo, después empieza a contar el espacio en que va a presentarse, si va hacer gira, si va a ser fija, cómo es la sala, que tal está la visibilidad, hay que atender todo. La luz es parte esencial de la escenografía para mí, es un sólo impulso, no puedo ver cosas que no tengan luz, de hecho nadie puede, nada más que pocos son conscientes de eso”.

¿Cómo es la relación del escenógrafo con los otros que intervienen en el acto teatral?
“El teatro es un trabajo colectivo necesariamente”, responde categórico sin que queda lugar a la duda.
“Es un trabajo de equipo con el director, los actores, el iluminador, el vestuarista, los técnicos y subordinarse a las necesidades y deseos de esos otros”.

Entonces, ¿para ser escenógrafo hay ser humilde?
“No sé, hay que aceptar que un trabajo de equipo, de toma y daca. Es como la diferencia que existe entre jugar un partido de tenis o ser parte de un equipo de futbol. Cada quien tiene su chamba, hay que ser prudentes y bien educados, yo diría que hay reglas, las mías son muy concretas: No hablo con los actores, no les digo nada jamás pero se lo digo al director para que él hablé con ellos, a cambio le pido al director que no hablé directamente con los técnicos, por las mismas razones“.

“La tarea de la escenografía es hacer lo que los actores no pueden, si lo puede hacer el actor que lo haga pero lo que no va a poder hacer en la obra eso hay que hacerlo en la escenografía, ésta sirve para adentrarse en un lugar que de por si es feo. La cámara negra y los escenarios son feos como espacios ya con luz, con cosas, el escenario se transforma“.

¿El escenógrafo viste al escenario?
“O lo desviste. Alguna vez, cuando Diego era chiquito fuimos al teatro. Y me pregunta: oye papá, para que son esos trapos negros” (refiriéndose a las piernas del foro) y le respondo: para que no se vean las paredes del teatro y contesta: ¿son más feas que los trapos negros“.

Con una extensa experiencia y una larga trayectoria que le ha permitido ver la evolución del teatro, caemos en el error de ponernos serias y preguntamos ¿qué le gusta del teatro de hoy?
Con ese gran sentido del humor que nos ha regalado a lo largo de toda la charla, responde con la sencillez que sólo se reserva a los verdaderos grandes.

“Me gusta que haya teatro, no me gusta el micro, me hago bolas, no hay continuidad, el teatro debe de durar por lo menos una hora, sino para que tanto trabajo. Ahora hay demasiado teatro eso no había pasado nunca, sin embargo, antes se develaban placas cada 100 presentaciones y actualmente las temporadas son muy cortas”.

Con esa sonrisa que no le abandona continúa recordando una de las facetas que ha vivido en Bellas Artes.
“Saliendo de la Universidad, empecé a trabajar mucho en Bellas Artes, aprendí mucho, desde como pintar telones, que no es fácil, hasta cómo se producía en danza y en ópera, después actúe hasta de burócrata. Fue en el tiempo que estuvo Víctor Flores Olea, fui tres años coordinador, antes se llamaba Dirección Nacional de Teatro, eso me gustaba mucho, nunca había sido y ya no sería burócrata, nunca había estado en una oficina, eso de tener varios teléfonos estaba padrísimo, y uno rojo para hablar directamente con él de arriba. El primer año me empeñé en aprender, el segundo me di cuenta que no tenía remedio, que por mucho que aprendiera eso iba a seguir igual de desastroso, y el tercero –que no fue completo– lo pasé tratando de renunciar porque no era lo mío. Lo peor era que no podía hacer escenografía estando ahí, como director de teatro de Bellas Artes no me podía concretar como escenógrafo y no había tiempo, trabajaba de 9 de la mañana a 9 de la noche. Eso sí, vi todo el teatro del mundo y me pagaban para eso”.

Así, a punto de terminar una charla divertida que nos deja con un sentimiento de profundo agradecimiento, el Maestro Luna responde sobre su sentir por la entrega de la Medalla de Bellas Artes.
“A mí no se dan las frases, si quieren les hago dibujitos, pero estoy muy contento, voy a ver a todos mis cuates”, Alejandro Luna. Fotos: Carlos Anadón.