
Por: Enrique R. Mirabal — 5 de enero, 2016
Si la mayorÃa de los teatros y salas de espectáculos de la capital suelen mostrar una cartelera casi inexistente en el mes de enero, el Auditorio Nacional y su hermano menor, El Lunario, comienzan el año con una programción muy atractiva y, como siempre, singular.
Las ofertas no se limitan al primer mes del año sino que se continúan en los sucesivos meses. Para nadie es una novedad que tanto en las instituciones oficiales como en cierto sector de la iniciativa privada, las proyecciones para cada año son lentas, anémicas y, en muchos casos, frustrantes los resultados. Por eso, la programación, tanto del Auditorio como de el Lunario se han establecido como la alternativa favorita de melómanos y amantes del buen teatro y de espectáculos novedosos y lejanos del teatro pobre… de imaginación y vuelo artÃstico que suelen darnos por propositivo.
El Lunario, inicia el próximo domingo 17 de enero (además con funciones el lunes 18 y el martes 19) con la nueva producción de Hamlet del National Theater de Londres. Las transmisiones grabadas en vivo son diferidas por la sencilla razón de que, para un público de habla castellana, es necesario el correspondiente subtitulaje a los diálogos y parlamentos que, originalmente, se dicen en inglés.
En una de las temporadas anteriores, pudimos ver un Hamlet, cuyo montaje, siguiendo la moda de la atemporalidad o de las permutaciones de época, no tuvo, para quien esto escribe, la suficiente fuerza para atrapar al público y padeció, también a juicio de quien esto redacta, de un actor muestrario de insoportables y socorridos tics, Rory Kinnear.
Por supuesto, no desconocemos su trayectoria ni los premios recibidos. Esta vez, la nueva producción es responsabilidad de Lindsey Turner y, por fortuna, el personaje epónimo es responsabilidad de Benedict Cumberbatch, uno de los cinco mejores actores británicos de la actualidad (Haga usted la lista que se acomode a sus preferencias, teniendo en cuenta que los que brillan en el cine no son, precisamente, buenos actores de teatro y viceversa), Cumberbatch ya nos ha demostrado, para los que asistimos consuetudinariamente a las funciones del NT Live, su enorme capacidad para llevar el peso de personajes emblemáticos de la literatura con anterior y sorprendente interpretación de la criatura del doctor Frankenstein.
En cine y television, su presencia ha sido permanente en los últimos años y marcó un hito en su espléndida caracterización de Alan Turing en el film The Imitation Game, que debió haber sido (siempre a juicio de quien escribe) el merecedor del Oscar a mejor actor en el 2015.
En febrero, continúa la temporada del National Theater de Londres con la presentación de Jane Eyre, la muy leÃda novela de Charlotte Brontë, objeto de múltiples adaptaciones cinematográficas y para televisión, se trasmitirá el domingo 21 y lunes 22 en una producción teatral y adaptación de Sally Cookson con un elenco de actores encabezado por Elly Condron que, pese a su juventud, ya ha interpretado a Lady Macbeth en teatro además de participar en algunas pelÃculas recientes como WASP.
Las comparaciones son tan impertinentes como inevitables. En este caso de una adaptación teatral sobre una novela original, no tenemos punto de comparación pero con el cine sÃ. Desde las primeras versiones del cine sonoro (hubo varias en la etapa silente) la que destaca sobre todas es la Jane Eyre de Robert Stevenson en 1943 con Joan Fontaine como Jane y el inmenso Orson Welles como Rochester. En 1970, en producción original para la TV británica, Delbert Mann tuvo el gran tino de escoger a la singular y espléndida Susannah York para el protagónico.
Pese a su destino televisivo pero filmada en 35 mm., Jane Eyre tuvo una corrida en cines con muy buenas crÃticas para la York. Varias actrices engrosaron una lista que parece estar ordenada por el grado de miscast: Samantha Morton, Charlotte Gainsbourg y Mia Wasikowska…
Por su parte, la ópera en vivo desde el MET en High Definition inicia el 16 de enero con una ópera alejada de las preferencias de los programadores del género fuera de Francia: Los pescadores de perlas (Les pêcheurs de perles).
Su autor, Georges Bizet, compuso una de las óperas favoritas del gran público, Carmen; sin embargo, con Los pescadores… que es anterior a Carmen no logró el mismo éxito que, en la posteridad, ha alcanzado la historia de la gitana cigarrera (Carmen fue un sonado fracaso en su estreno parisino).
En México, se presentó una producción de la Ópera de Bellas Artes en 2002 con la soprano Lourdes Ambriz en el rol de Leïla. En concierto, es común escuchar el dúo para tenor y barÃtono Au fond du temple saint que compite en popularidad de la lÃrica francesa con el dúo para soprano y mezzo, Vien, Malika…, de la ópera Lakmé de Leo Delibes.
A manera de celebración por los cien años de su estreno en el MET, Los pescadores de perlas ocupa un lugar preeminente en su programación de la temporada 2015-2016.
En el Auditorio Nacional, las óperas en vivo desde el MET inician este año el sábado 16 de enero con la ópera de Bizet, cantada en francés y con subtÃtulos en español como ha sido siempre en estas funciones.
El elenco de la ópera lo encabeza Diana Damrau, la soberbia soprano alemana que nos visitara en noviembre 2015, ocasión que será recordada por mucho tiempo por las contundentes interpretaciones de óperas italianas, francesas y el Fidelio de Beethoven con las que desbordó la reacción del público asistente.
Damrau, ya lo hemos destacado, es hoy por hoy una de las sopranos más extraordinarias en el género operático y, por si fuera poco, poseedora de un carisma espontáneo que atrapa al auditorio desde su aparición.
Habrá la ocasión de corroborarlo en el Auditorio Nacional en la proyección de Los pescadores de perlas, donde Diana Damrau se acompaña del barÃtono Mariusz Kwiecien y el tenor Matthew Polenzani. La dirección de orquesta a cargo del italiano Gianandrea Noseda que aporta el toque romántico a la exuberante partitura del compositor de Carmen.
Y la visión escénica de Penny Woolcock quien, enmarcada por la escenografÃa diseñada por Dick Bird, explora con una profunda teatralidad los eternos temas del amor, la traición y la venganza en una producción plagada de sensibilidad y sagacidad de esta obra que se presenta en el Metropolitan Opera después de 100 años.
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