Teatro

Bestiario humano, una peculiar simbiosis que va más allá de la teatralidad

Por: Antonio Riestra — 3 de diciembre, 2015

Bestiario humano de Diego Alvarez Robledo, se presenta en el Teatro Sergio Magana, diciembre 2015 Desconozco qué cualidades, en geometría, distintivas sean de lo plano. Al menos algunas deben tener, supongo. Pero aquí, en este texto que justamente se va escribiendo sobre la planitud más blanca, la del procesador, ninguna. O quizás no por ahora.

Preguntar es necesario: ¿qué escribo cuando así, de manera horizontal, y plana, escribo?, ¿qué de lo que escribo ya se está diciendo, en dónde, cuándo? Nada tan certero para contestar como el teatro.

Y es que, basta un botón, la misma obra que son los actores, se desprende de toda planitud, da vida vertical en 3D a lo que comenzó como ay, qué insulso, mera horizontalidad ¿1D?

La horizontalidad de un verso bien puede ser la verticalidad de la vida; la verticalidad del teatro, la tan apagada, feliz sin embargo, horizontalidad de nuestras vidas. Eso demuestra Diego Álvarez Robledo con Bestiario humano, puesta en escena que está por concluir funciones el seis de diciembre en el Teatro Sergio Magaña; proyecto multidisciplinario que dirige y escribe y salva de la planitud, de la planitud del mismo lenguaje teatral: añade imagen sobre imagen; digamos que apoliedra la imagen y al final esto es una esfera.

Bestiario humano de Diego Alvarez Robledo, se presenta en el Teatro Sergio Magana, diciembre 2015 Con ayuda de cinco excelentes actrices (Verónica Bravo, Rosalba Castellanos, Miriam Romero, Sofía Sylwin y Lucía Uribe Bracho), Álvarez Robledo descubre una peculiar simbiosis que va más allá de la teatralidad que existe en nuestro poco concurrido teatro ¿contemporáneo?

Y no digo teatralidad de modo peyorativo, digo teatralidad como decir super poético a lo César Vallejo, no jamás, nunca, a lo Mario Benedetti. (Espero que los enamorados cursilones no se lo tomen a mal).

Mencionada unión, tal vez mixtura, tiene que ver con la planitud de un texto y la esfera que aquí sí, en esta obra sí, el espectador logra cuajar debidamente, atinadamente, gracias a la labor de su –qué mamona palabra, pero ni modo, debe uno escribirla– hacedor.

Diego Álvarez Robledo monta la quimera-camaleón que su trabajo se vuelve in situ: la bestia maravillosa es domada por las geniales en todo momento –en todo “rincón aquel que el espectador se sienta a caminar”– actrices que un poco reinas, un poco más que reinas, son el intervalo de medición no geométrico ni físico, sino espacial en el sentido de planetas y estrellas y cualquier cuerpo celeste, de lo que nos atañe como público, como receptores de un ensamble hecho de diversas disciplinas artísticas que comenzó como una simple e insulsa planitud. Gracias, chicas. Gracias, Diego. Esperamos tenerlos de vuelta muy pronto.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Directorio

Un listado de enlaces a centros culturales, música, teatro, danza, infantiles, festivales y medios y más.

“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.