
Por: Josué Romero — 21 de agosto, 2015
¿La pregunta serÃa cuál es la diferencia entre ellos y nosotros…?
TenÃa dudas de cómo escribir esta reseña. No he sido un purista pero en algún momento del dÃa creà necesario decir que Ricardo III, es un acto de liberación que lleva al teatro penitenciario una de las cuatro obras de la tetratologÃa de William Shakespeare sobre la historia de Inglaterra. La verdad me sentà un poco cursi.
En otro momento, quizá por la noche, pensé en escribir que Ricardo III es el monstruo genial que creó Shakespeare, el villano por excelencia, el ingenioso y cÃnico noble de la corte del Rey Eduardo IV, un desalmado capaz de cualquier cosa con tal de llegar al trono. Puro academicismo y no era lo que en verdad querÃa decir.
Lo importante era escribir sobre la experiencia de ir a la PenitenciarÃa de Alta Seguridad de Santa Martha Acatitla a ver la puesta en escena de Ricardo III, (Versión 0.3), una idea de la CompañÃa de Teatro Penitenciario en conjunción con el Foro Shakespeare, que se escenifica en este reclusorio donde la insertidumbre es quien te recibe.
El escenario es el Teatro Juan Pablo de Tavira, el proyecto es una ambiciosa idea que busca lograr una CompañÃa estable dentro del penal. El texto shakesperiano es el reflejo de las luchas encarnizadas del poder y las consecuencias de éste como vicio.
Sin embargo me pareció tan obvio que recordé la anécdota de cuando falleció Agustin Lara y los tÃtulos de noticias que decÃan: “Se apagó El Farolitoâ€. Demasiada obviedad para la adrenalina que produce entrar a una cárcel y sentarse a ver teatro.
AsÃ, al ver esta producción y darle varias vueltas al asunto llegué a una sola conclusión: la maldad tiene un nombre: Ricardo III (Versión 0.3). Este personaje deseado por cualquier actor de carácter, se transforma en trece voces interpretadas por trece presos, un personaje que bajo la dirección de Itari Marta y Luis Sierra es el vehÃculo perfecto para entender al hombre y su relación con el poder.
Los actores son Michel Barrueta Flores (El Michel), Francisco Castellanos Rivera (El Lic), César David GarcÃa (El Ruco), Detor Escobar Fidel (El Detor), Francisco Javier González Cruz (Greñas), Cándido Alberto Herrera (El Negro), Héctor Maldonado Rojas (El Chaparrito), César MartÃnez Sánchez (El Chamaco), Rodrigo MartÃnez Vega (El Mamado), MartÃn Nieto Naves (Joselito), Alberto Ocampo Gómez (El Norte), Israel RodrÃguez Hernández (El Isra) y Alejandro RamÃrez Mares (El Mares).
A Ricardo lo reconocemos como un hombre que no es guapo y que no está para hacer “travesuras con las damas”. En palabras de Shakespeare es un hombre “carente de bellas proporciones, deforme, inconcluso, nacido antes de tiempo, cojo y tan falto de gracia que hasta los perros le ladran”. Si lo trasladamos al lenguaje de los reos es un “hombre culero” que hará hasta lo imposible por tener el poder entre sus manos.
Algunos dirán que el personaje es un traje a la medida de los trece reos en su papel de actores. Pero, ¿qué pasa cuando uno se ve reflejado en los ojos y acciones del personaje? ¿Está en nuestra naturaleza la maldad que se refleja en los pecados capitales: lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia y orgullo? ¿Está en nuestra naturaleza la traición? ¿Qué es lo peor de nosotros mismos?
Yo no sé si sea el lugar o la fuerza interpretativa de los actores, pero esta provocación en el escenario es una invitación a la reflexión: “el enemigo no es él que está al lado”. El enemigo es algo más grande que no vemos, se llama poder y quien lo ostenta.
Por ello, el sÃndrome de Ricardo III, originado por una deformación o desventaja fÃsica, sanada con una prótesis, puede ser una alegorÃa sobre el poder que se ejerce hacia los demás, una necesidad de dominación sobre el otro, el más débil, el desprotejido o el simplemente el jodido. Por ello, en la lucha por conseguir el poder, hay una perpetua sucesión de atentados y crÃmenes, de traiciones y venganzas ya sea por obtener la corona o el trono del rey.
Si tienes miedo a confrontar tus demonios, tu lado oscuro, o tu lado perverso, en verdad Ricardo III (Versión 0.3.), no es para ti. Sin embargo, si no eres un simple espectador y tienes la capacidad de enfrentarte a tu propio infierno y encontrarte con la peor parte de tu yo interno y, al mismo tiempo dialogar con un personaje entrañable (el buen Ricardo o Riche para los presos), no te puedes perder esta puesta en escena (tienes hasta este sábado 22 de agosto, esperando tenga una nueva temporada) y ser parte de la historia de este inolvidable personaje que desde el principio lleva al público a una total complicidad, hasta que desesperado antes de morir clama: “Un caballo! Un caballo! Mi reino por un caballo!”
“El presidiario sabe perfectamente que es un prisionero, que es un réprobo, y conoce la distancia que le separa de sus superiores; pero ni estigmas ni cadenas le harán olvidar que es un hombre”, Los hermanos Karamázov, 1880. Fiódor Dostoyevski.
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