Océanos espirales: una intervención para el arte, la música y las disciplinas escénicas

Por: Antonio Riestra — 19 de agosto, 2015

El Barco, un espacio creado por la artista plastica Maria Aurora Urrusti, agosto 2015 El Barco, un espacio creado por la artista plástica María Aurora Urrusti.

Hace muchos años, por más de dos, trabajé, luego viví, en plataformas petroleras: minimizo quizás el recuerdo si únicamente arguyo que a mitad de aguas entre Cuba y México.

Era, lo mismo que ahora mismo, un niño; un niño de 18, que conste, y nada me parecía menos bello que aquel espectáculo (aquel mar azul marino, las grandes estructuras, la fauna, los quemadores, los helicópteros…) que no podía compararse con el desfile de personas a lo largo y ancho –cualquier domingo, cualquier viernes, cualquier otoño, cualquier invierno– de las avenidas Defectuosas.

Hace menos años, pues, que navego de otro modo, surcando tantísima construcción de diversa índole, de diferente altura y abajura, de coqueta insulsez, de gracia, algunos comentan, hipermoderna; mas como pececito, discúlpeseme lo Joaquín Sabina, en la ciudad. Sin embargo, adoro los edificios; los adoro, pero no los amo; gusto, de manera expresa, de su calefacción, cuando no agrisada atmósfera solar, que nos baña.

El Barco, un espacio creado por la artista plastica Maria Aurora Urrusti, agosto 2015 No hace muchos años, sino meses, mi amiga María Aurora Urrusti, jovencísima artista plástica, quien en una entrevista puntualizaba que la belleza es retórica, por lo menos en estos paradigmas de belleza que tenemos.

La belleza es tantas cosas más allá de la belleza. El problema con la belleza es que puede ser una herramienta de poder, y también es falsificable. Prefiero ser libre que ser poderosa. El poder no te da libertad, te la quita…, me invitó a conocer el barco, El Barco, que capitanea.

El Barco, un edificio triangular de aparentes 3 o 4 pisos: de infinitos espacios, aquí en el D.F. (ubicado en la esquina de Popocatepetl y Pirineos, colonia Portales) y que, junto con músicos, pintores, escultores, escritores, etcétera, María Aurora está deconstruyendo y pulimentando como una especie de arca de Noé para observadores y escuchas: es, sin duda, otro conjunto de rasgos, cualidades o circunstancias que indican la naturaleza redentora que conlleva la sola palabra arte, y arte realizan los mencionados marineros.

El Barco, un espacio creado por la artista plastica Maria Aurora Urrusti, agosto 2015 María Aurora Urrusti es una artista en toda la extensión de su propio vocabulario, que, en buena medida, es metáfora del nuestro: María Aurora sale de su confort que es la plástica e insta una comunión con demás artistas (como toda verdadera comunión, frutos da, frutos concede).

María hace también labor de gestora cultural, curadora y hasta pintora de brocha gorda, todo en pos de que el inmueble, de la mejor manera, leve anclas. (Me gustaría hacer una digresión, evitar lo que digo: encima de mi ventana alcanzo a percibir cachos considerables de paraíso, pero tal boceto me regresa…)

María Aurora Urrusti trabaja desde susodicho acantilado, desde la absoluta equilateralidad inmóvil-móvil de aquella azotea, desde aquel recinto adonde ya, aunque no todavía para el público todo, lo harán después, esperamos que próximamente, se programan conciertos, recitales, masajes sonoros y exposiciones. Lo hace con el afán de documentar así, y que mucha gente luego disfrute de tan extraño paisaje liberador, bello, en el cuaderno de bitácora cuántos océanos espirales llegan a mirar su ojos telescopios.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.