
Por: C. Magun y S. Fernández — 20 de junio, 2008
La noche del jueves 19 de junio, el Palacio de Bellas Artes fue escenario de un acto extraordinario. Cuando todos esperábamos una Noche de Gala Orffiana, celebrando los 25 años de la que es quizá la obra cumbre de la CompañÃa Nacional de Danza, nos vimos sorprendidos por una escena por demás inusual.
Bailarines, músicos y trabajadores de Bellas Artes se unieron en el escenario para demandar ante todo la renuncia inmediata de Dariuz Blajer y otras exigencias. Las reacciones no se hicieron esperar, por un lado un público indignado demandaba disfrutar de una Carmina Burana, disfrutar la función anunciada y… pagada. Por otro, aquellos –y hay que documentarlo con toda justicia– que apoyaron incondicionalmente el acto con todo y aplausos incluidos.
En ánimo de no ser reiterativos, para eso ya está el boletÃn de prensa que otros medios se han encargado de difundir y difundirán, queremos –como público y testigo de esta noche que se suponÃa especial, ¡por la danza!– acotar algunos puntos.
Más allá de estar en contra o a favor de una de las partes, lo que sucedió fue una falta de respeto, tanto para el público como para el artista que supuestamente vive para y por la danza.
Hubiera sido otro el desenlace si después de una función memorable, los artistas realizaran su demanda. Nadie hubiera cuestionado los intereses o la razón, pero asà no se vale.
Sabemos que actualmente la cultura está en crisis, como la educación, la democracia y de ahà pal´real, pero se piensa que el arte se hace con el corazón. Y asà como en su momento Doña Guillermina Bravo y otros tantos a los que les debemos la tradición dancÃstica de este paÃs, llevaban la danza a los lugares más recónditos de la República, donde bailaban descalzos en las peores condiciones y hasta poniendo de su bolsa.
Consideramos que todo intérprete que pretende ser un verdadero ARTISTA, antes baila y luego existe.
Asà que como dice el célebre anónimo “no la chiflen que es cantadaâ€, a diferencia de la gran mayorÃa de los bailarines en este paÃs, los integrantes de la CND son privilegiados, gozan de lo que algunos sólo se imaginan y suspiran por… Creemos que el artista – y todo aquel que tenga que ver con el arte– debe vivir dignamente de su trabajo, siempre y cuando la calidad sea un valor permanente.
Primero lo primero: Si bailáramos como exigimos nuestra CompañÃa serÃa una Real institución dancÃstica, de aquellas que todos quieren ver en cualquier parte del mundo. Que cuando se suben al escenario cautivan y enloquecen a un público y a una empresa que pagan lo que tengan que pagar por tenerlos y verlos (llámese La Scala u otras tantas que en veces podemos apreciar en nuestra Ciudad y que nos demuestran que tan lejos estamos).
A fuerza de ser tristemente realistas, hay que resaltar que en muchas de las presentaciones de la CND, pareciera que cada bailarÃn ensayó en distintos dÃas, horarios y ánimos, como en el futbol, donde siempre nos quedamos “en el ya meritoâ€.
Pero no se trata de buscar culpables, se trata de ser mejores… más allá de su origen o nacionalidad, debemos exigir al mejor. Se trata que si aspiramos a mejores condiciones es por que tenemos la autoridad moral para exigirlas.
Cómo lo dirÃa, hace ya más de una década, nuestro orgullo nacional Carlos Fuentes, “no podemos discutir los fines pero sin las formasâ€.
Reiteramos, que el hecho de suspender la función de Carmina Burana es una lamentable majaderÃa para el público…
Susana Fernández
susana@interescena.com
Claudia Magun
cmagun@interescena.com
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