La Royal Philharmonic Orchestra en Bellas Artes

Por: Enrique R. Mirabal — 7 de julio, 2014

La batuta de Zukerman y la herencia de Beecham…

Royal Philharmonic Orchestra, dirigida por Pinchas Zukerman, en el Palacio de Bellas Artes, julio 2014 De entre las principales orquestas que actualmente pujan por la primacía mundial, la Royal Philharmonic queda entre las finalistas más no tan cerca del primer sitio, hablando en el lenguaje olímpico-deportivo tan a la orden en estos días (mejor olvidar el circo pekinés recién visto en Bellas Artes).

Eso sí, en Gran Bretaña, por decirlo ahora en lenguaje heráldico, exhibe la corona real por sobre otras ilustres agrupaciones como la London Symphony (que tiene sus fans y no son pocos). Fuera de odiosos comparativos, es un honor recibir a tan majestuosos huéspedes que ofrecerán un par de conciertos con música exclusivamente alemana, Beethoven galore.

La Royal Philharmonic Orchestra, la Royal a partir de este momento, ha sostenido una larga y fructífera existencia desde su fundación en 1946. De hecho, no es ni remotamente, la más antigua de las orquestas británicas. Como es justo reconocer la labor de quienes han precedido en el podio a los actuales jefes, Dutoit como titular y Zukerman como huésped principal, debemos recordar el ímpetu acompañado de talento y buen saber de Sir Thomas Beecham (1879-1961).

Su fundador, impulsor y artífice de lo que se identificó como el sonido Beecham, una mezcla de corrección académica en el buen sentido de la palabra más una pertinaz atención al brillo de todas las secciones de la orquesta, al ataque con precisión de Big Ben y a la, con matices, diversidad de repertorio, el no soslayar ninguna escuela, más bien, casi la obliteración de los músicos británicos con la excepción de Frederick Delius a quien dio a conocer y proyectó hasta donde el talento del compositor exhibía sus límites.

Royal Philharmonic Orchestra, dirigida por Pinchas Zukerman, en el Palacio de Bellas Artes, julio 2014 Beecham era famoso, desde antes de fundar la Royal, por sobreponer sus criterios (y certezas) artísticas por encima de favorecer el éxito comercial. La programación de varias temporadas desde principios del siglo XX, con la música de Stravinsky (estrenó en Londres La consagración de la primavera a pocos meses de su estreno mundial en París en 1913) no agotaron los boletos en taquilla.

Entre sus favorecidos, estaba Richard Strauss de quien estrenó sus tres principales óperas en Covent Garden donde fue director principal: Salomé, Elektra y El caballero de la rosa, más Una vida de héroe y otras obras del alemán en concierto. Visitó Alemania en tiempos de Hitler (hay un colorido anecdotario al respecto), reconoció la importancia de Wagner con reservas, antepuso la música de los casi desconocidos en detrimento de los ausentes en los atriles y no dirigió mucha música italiana y, sin embargo, incluyó a numerosos franceses en sus conciertos y grabaciones.

Pinchas Zukerman, dirige a la Royal Philharmonic Orchestra en su presentacion en el Palacio de Bellas Artes, julio 2014 Después de Beecham, otras ilustres batutas estuvieron al frente de la Royal, destacaríamos a un olvidado Antal Dorati, pieza clave en la difusión de Stravinsky, y a Yuri Termikánov que recién nos visitó con su orquesta de San Petersburgo. El gusto (y las carencias en algunos casos) de los directores, la moda que mueve cual veleta al gran público y las imposiciones de las disqueras han cambiado el panorama musical.

Es curioso, por lo mismo, la programación de esta gira de la Royal por México y otros países latinoamericanos y también USA. Apostar a lo seguro pero muy trillado, concentrar el esfuerzo en el sinfonismo germano del siglo XIX con la casi exclusividad de Beethoven, no es lo deseable, al menos, desde la mira de quien esto escribe ¿Cuánta música de Delius y de otros británicos escuchamos por acá?

Un simple fragmento de música insular o una obertura de las obligadas para abrir conciertos no rompería tanto la unidad estilística junto a los alemanes: la solemnidad y la academia se les da a ambos aunque existan otras abismales diferencias. Mezclar música del siglo XX con la parte medular de los conciertos, intercalar alguna rareza o sorpresa… En fin, muchos estarán felices con los acordes beethovenianos que, bien interpretados, no es lo habitual por estos lares.

Royal Philharmonic Orchestra, dirigida por Pinchas Zukerman, en el Palacio de Bellas Artes, julio 2014. Foto David Lindsay Unas palabras para recordar que el director de la orquesta y principal solista en esta ocasión, es un conocido y admirado músico entre los mexicanos. Después de un hiato prolongado, regresa el israelí Pinchas Zukerman para, además de dirigir, tocar el Concierto para violín del sordo de Bonn. Famoso por ser un virtuoso del violín y de la viola, Zukerman siempre es un placer escucharlo por su técnica perfecta, privilegiada y por su cantabile ejecución del violín. Aparte de sus más recientes visitas como solista, como director, nos dio una muestra de solvencia y poder, hará unas dos décadas atrás al frente de la Orquesta de Saint Paul.

Después de la visita de la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo, la llegada de la Royal Philharmonic Orchestra marca una deseada y necesaria continuidad que especialistas y público mexicanos no quisiéramos ver como fuegos fatuos sino como el reinicio de una tradición interrumpida por crisis económicas pero, sobre todo, por la ineptitud de quienes deberían propiciar y no menguar la vida cultural de un país.

Royal Philharmonic Orchestra

Palacio de Bellas Artes

Director: Pinchas Zukerman

Programa I
Miércoles 9, 20:30 horas

Ludwig van Beethoven:

* Obertura a Las criaturas de Prometeo, Op. 43

* Concierto para violín y orquesta en re mayor, Op. 61

* Sinfonía No. 7 en la mayor, Op. 72

Programa II
Jueves 10, 20:30 horas

Pinchas Zukerman, violinista
Amanda Forsyth, violonchelista

Johannes Brahms:
* Doble concierto para violín y violonchelo

Ludwig van Beethoven:
* Sinfonía No. 3, Heroica

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.