Por: Enrique R. Mirabal — 1 de mayo, 2006
Con un programa todavÃa por definirse al término de escribir estas lÃneas, la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) anuncia la participación extraordinaria de la soprano Kiri Te Kanawa para el par de conciertos que se ofrecerán en el Palacio de Bellas Artes a finales de mayo: el viernes 26 y el domingo 28. No cabe duda, con el solo nombre de la cantante, los boletos para estos conciertos de la OSN se agotarán en cuanto sean puestos a la venta (probablemente ya) y la sala principal del Palacio de Bellas Artes se verá como desde hace mucho no acontece en viernes en la noche, desbordada de un público eufórico y expectante por escuchar a la soprano, en muchos casos, por primera y única vez.
La carrera de Te Kanawa ha sido un raro ejemplo de inteligente y selecto repertorio, con alarde de buen gusto, recato ante los medios y unánime aceptación por parte de público, crÃticos, empresarios, casas de ópera y sus colegas del bel canto asà como directores de orquesta que la han acompañado a lo largo de sus casi cuarenta años de vida profesional.
Sabia como pocas, Kiri no ha excedido las limitaciones de su voz y lejos de restringir su selección de obras ha encontrado un rico filón que la convierte en intérprete idónea de lieder y canción francesa además de un exitoso crossover a la opereta y al musical inglés y norteamericano.
Un magnÃfico ejemplo de esta aseveración son las grabaciones en las que escuchamos a Bernstein (West Side Story) y Jay Lerner (My Fair Lady) como siempre hubieran deseado estos autores que fuese interpretada su música.
Dame Kiri Te Kanawa es, hoy por hoy, un ejemplar de una especie en extinción, una cantante que jamás arriesgó ni cuerdas vocales ni prestigio por conseguir unos cuantos dólares más y se mantuvo firme en la lÃnea de canto que le correspondÃa. No sucumbió a la tentación de los gorgoritos bel cantistas ni a la chabacanerÃa de los conciertos masivos y condescendientes a los que otros son tan aficionados. Elegante, siempre ataviada con buen gusto y con una sonrisa amable en el rostro, Kiri no ha sufrido de accesos de diva ni desplantes innecesarios a la Callas y no ha permitido intrusiones en su vida privada ni más allá del escenario.
En el repertorio de la neocelandesa se pueden encontrar tÃtulos compartidos con varias divas: Tosca, Bohéme y Manon Lescaut de Puccini, Carmen y Fausto de la ópera francesa y otras pero en su aproximación a Richard Strauss con El caballero de la rosa, Arabella y Capriccio comienza a separarse del lugar común para extenderse hasta Eugenio Onegin de Chaikovsky y algo de los contemporáneos. En la música de concierto es donde Kiri ha obtenido sus más recientes éxitos y reconocimientos aunque para hacer justicia debe mencionarse que su preocupación por el género no es una resolución de último minuto.
¿Qué podrÃamos reprocharle a nuestras autoridades culturales de ahora y de hace unas décadas? El no haber hecho hasta lo imposible por invitar a Kiri Te Kanawa a cantar en México en vez de gastar sus presupuestos en ridÃculas producciones e invitados de poco interés.
El vacÃo cultural y los escasos momentos de verdadero deleite al escuchar buenas voces como un fenómeno estético que no debe negársele a ningún público son factores que repercuten en la poca exigencia del auditorio y en su incapacidad para valorar en su justa medida a intérpretes y creadores. Es obvio que en este momento de su carrera, la soprano cobra honorarios mucho más modestos y que su agenda muestra una mayor disponibilidad. No nos lamentemos de que haya sido en 2006 y no en los 90, lo importante es oÃrla y gozar su arte. Wellcome and farewell, Kiri.
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