De príncipes, princesas y otros bichos… Mirada irónica a la realidad

Por: Oswaldo Valdovinos — 1 de marzo, 2008

Los hechos concretos en sí mismos suelen ser aburridos, de lo más intrascendentes, e inclusive hasta tediosos. Y no es que su propia naturaleza sea tal, sino que la repetición día tras día los vuele banales y los despoja de casi cualquier atractivo. Sólo basta darle un vistazo a los titulares de los periódicos o a un informativo de televisión o radio para darse cuenta de que las noticias básicamente son las mismas: asesinatos, narcotráfico, irracionalidad en las clases políticas, lucha contra el terrorismo, doping en el deporte, capos liberados por faltas de pruebas, impunidad, corrupción, buenas conciencias maltrechas por peligros imaginarios, intolerancia, irrupciones violentas, dominio de la irracionalidad sobre la cordura… en fin, una lista bastante larga cuando se ve desde la perspectiva de habitante de finales del siglo XX e inicios de este siglo XXI.

¿Qué hacer ante esta realidad vapuleada y baladí? ¿Cómo enfrentar esos días concéntricos hundidos en la monotonía y en la sensación de abatimiento permanente? ¿Con una armadura a prueba de estupideces (si es que existieran a lo mejor serían un buen negocio, pero por desgracia pues parece que nadie las ha inventado aún); con un filtro mágico contra los discursos panfletarios; con algún que otro elíxir (aunque no sea del diablo) que permita escuchar sin inmutarse los peores disparates en voces autorizadas (algunas hasta premiadas) o mundanas con el mismo regocijo que causaría una canción desenfrenada? O quizás lo mejor sea deportase por voluntad propia para conservar lo poco que resta de salud mental y alejarse de todo aquello que recuerde lo peor de la raza humana. Pero eso sería una tendencia hacia la misantropía, y eso es uno de los peores defectos (dicen los que saben) en estos días tan reservados para las mayorías…

Por fortuna, o por ir a contracorriente, o por lo que sea (pero que bueno que es), existe el humor y su perspectiva ácida y malencarada vestida de negro, arropado, por lo general, en andrajos, aunque en ciertas ocasiones también gusta de usar algún vestido muy nice, presentarse con el desparpajo que lo caracteriza, o el más pulcro refinamiento. De ahí que sus manifestaciones discurran de las bondades de la parodia, la burla y lo grotesco, la incomodidad de la ironía, hasta lo retorcido y recalcitrante del humor negro (negrísimo en ocasiones). Porque una lectura de la realidad adquiere un sentido menos llano y más expresivo cuando se apuesta por la irreverencia sin dejar de lado lo esencial de las cosas; por la crítica sin cortapisa, y sobre todo por las libertades que dan todo acto creador.

Así pues, es mucho más racional despojar a la cotidianidad de ese hieratismo mediante el divertimento, que sucumbir ante lo correcto. Un bueno ejemplo de ello es la puesta en escena De príncipes, princesas y otros bichos, cuya dramaturgia y actuación corre a cargo de Paola Izquierdo, bajo la dirección de Roam León, y el acompañamiento musical del propio Roam y Daniel Rosas.

Con el formato de stand-up-cabaretero, esta puesta en escena toma como referencia dos clásicos de la literatura: Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carrol, y El principito, de Saint-Exupery. historias que cobran una dimensión irónica al trasformar a sus protagonistas en entes, paradójicamente, más cercanos a la cotidianidad. De esta manera Alicia es una princesa-bióloga que busca el sapo ideal para transformarlo en príncipe azul, y un payasito callejero es el Principito.

En un primer acto, la princesa Rocío de la Mañana Clara de la Blanca Flor del Campo Encantado del Prado de Amor del Verde Sendero Cuajado de Sol de Los Bosques de las Lomas, extravía al sapus-filófofus con el cual intentaba probar su hipótesis sobre la posibilidad de modificar el código genético de casi cualquier sapo para lograr su transmutación en prínsapus-azulis. Durante el camino, se topa con diversos sapos y con otros personajes de cuento, que poco a poco van develando su personalidad y los pormenores de su entorno familiar. En este viaje hay un recuento de las virtudes y los vicios de la clase dominante del México actual, y un cuestionamiento hacia los modelos de educación tradicionales y represores, pasando por las dificultades de relación y los desórdenes alimentarios.

En el segundo acto, el Principito, como le llaman sus amigos porque siempre anda ‘viajadito’, recrea una cotidianidad que para muchos es totalmente ajena: las vicisitudes de un niño de la calle que sobrevive de contar cuentos.

En ambos casos (aunque mejor logrado en el segundo acto, pues el primero es un tanto largo y un poco reiterativo en algunos marcajes) la palabra tiene una importancia preponderante: se dialoga con el público, se apela a la riqueza de los significados, al planteamiento de varios desenlaces con unas cuantas frases, lo que da lugar a un manejo de diversos ritmos y tonalidades vocales, todo matizado con el planteamiento escénico con técnica clown.

De príncipes, princesas y otros bichos se presenta en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico, los jueves a las 20:30 horas.

Desquiciarse puede ser, después de todo, una buena opción para aguantar la realidad.