Por: Enrique R. Mirabal — 28 de agosto, 2013
Foro Shakespeare, sábados y domingos a la 13:00. horas
Si la Gran Guerra comienza en Sarajevo en 1914 con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, sobrino de Francisco José I, la historia mexicana también está directamente relacionada con los Habsburgo desde varias décadas anteriores al magnicidio.
Maximiliano y Carlota llegaron a México en 1864 como una pareja imperial que respondÃa como tÃteres a los intereses de la Francia de Napoleón III y como tÃteres nos los regresa al tiempo presente Gerardo Ballester Franzoni, artista perseverante que convirtió en realidad un proyecto que fue forjando con creatividad y una verdadera devoción por sus personajes, con pasiones y sueños que comparte con el equipo que lo rodea.
Adiós Carlota no puede compararse con ninguna puesta actualmente en cartelera por la singularidad de su tratamiento y porque deriva de una sensibilidad y un quehacer teatral ajenos a modas.
Con la fluidez y aparente sencillez que ostentan los trabajos que han pasado por un complejo proceso de elaboración, la Carlota de Ballester Franzoni exhala poesÃa pura por honesta y emociona al espectador porque asà lo trasmite.
Claro que el teatro es mucho más que emociones, hay todo un entramado que va desde lo técnico (luces, sonido, atrezzo…) hasta la selección del vestuario o el buen diseño de un mueble. Todo esto y más esta resuelto de manera orgánica y congruente en Adiós Carlota.
El encargado de dar unidad y cohesión al libreto y las intenciones de Ballester es un director que, como esta obra lo ilustra, trabaja conjugando el saber con la sensibilidad a flor de piel. Artús Chávez apoya las lÃneas dramáticas del original, crea los instantes en los que el lirismo impera y dosifica los destellos, esos momentos geniales que siempre deben sorprender.
Puede decirse, con toda propiedad, que la obra encontró al director idóneo para llevarla a los niveles de virtuosismo que pudimos disfrutar en el Foro Shakespeare.
Gerardo Ballester Franzoni elabora sus tÃteres con todo el amor posible que un artista le puede imprimir a sus obras. La técnica impecable de sus trazos y la impronta que humaniza son determinantes para seducir y alcanzar los matices y variaciones en los estados de ánimo que su Carlota, anciana o joven, comunican en primerÃsimo plano.
No descuida a Maximiliano ni a los personajes secundarios o incidentales pero, está claro, todo el amor está depositado, cual Pigmalión en su Carlota/Galatea que se debate entre la locura y el amor redimido.
De primer nivel, el vestuario diseñado por RocÃo Franzoni, cuidadosa en detalles de época y con el carácter de los personajes.
El indispensable equipo de manipuladores de los tÃteres, capitaneado por Ballester presume una coordinación envidiable a la altura de la época de oro de los titiriteros checos.
El equipo de luz sin el que no podrÃa crearse la atmósfera Ãntima sin perder la ilusión de un espectáculo de esta naturaleza, funciona al mismo tiempo de los titiriteros, a un ritmo que jamás decae ni se interrumpe.
Y la música tiene nombre de mujer: Deborah Silberer, compositora, pianista metáfora sonora de esta puesta de Adiós Carlota. No podemos imaginar ni por un momento que no hubiera existido, está concebida desde el origen y es, más que apoyo o relieve, sustancia misma del espectáculo.
Cada gesto de Carlota, cada movimiento escénico tiene su equivalente en el piano que Fräulein Silberer toca con la fuerza, la categorÃa y el toque de gracia legendarios que trasmitÃan Clara Wieck o Fanny Mendelssohn en el siglo XIX. Deborah es también una parte de Carlota, por qué no decirlo, de su alma.
La visita al Foro Shakespeare para ver y oÃr esta Carlota de Ballester Franzoni/ Silberer/ Chávez es obligada para todo aquél que piense en un teatro con mayúsculas y conserve la capacidad de sorprenderse ante la magia que puede crearse en una cámara negra.
Un listado de enlaces a centros culturales, música, teatro, danza, infantiles, festivales y medios y más.
Deja un comentario