Teatro

Patú, el muerto vivo, un espectáculo que nos recuerda la vida que soñábamos cuando éramos niños

Por: Josué Romero — 5 de agosto, 2013

“Una especie de caja negra donde se encontrará más de una sorpresa…”

Comparsa La Bulla presenta Patu el muerto vivo, con la dirección de Elodia de Casa, en el Foro de las Artes del CENART, agosto 2013 El verano ya está aquí –desde julio– y con él llegaron diversas opciones en artes escénicas que se presentan en los diversos espacios de esta ciudad, desde las obras infantiles que tocan temas como la amistad y la separación de los seres queridos, hasta propuestas contemporáneas como la que hoy nos ocupa: Patú el muerto vivo.

Patú es una peculiar apuesta teatral de Comparsa La Bulla, un grupo que no ha dejado de sorprendernos desde que presentaron Profechonale, Réquiem por un payacho y El circo del hombre, ahora lo hace con un cuento que parece haber salido de la imaginación de un artista gótico.

Desde el acceso al Foro de las Artes del Centro Nacional de las Artes, nos adentramos a un concepto íntimo y una estética lúgubre –una idea de la directora de esta obra Elodia de Casa– y ahí, desde nuestras butacas nos transformamos en parte de esta puesta en escena que le roba a la muerte y al dolor una hora de alegría.

Comparsa La Bulla presenta Patu el muerto vivo, con la dirección de Elodia de Casa, en el Foro de las Artes del CENART, agosto 2013 Y es que Patú es un muerto viviente que perdió el corazón y, por lo tanto, su capacidad de apreciar y disfrutar la vida. Sin embargo, a pesar de ese pequeño detalle, es un hombre con muy buenas intenciones.

Este peculiar personaje vive en una típica casa de perro –a dos aguas– que se encuentra dentro de un panteón donde convive con una serie de personajes que lo orillan a tomar la decisión más importante de su vida: elegir entre romper con su pasado y conseguir su propia felicidad o continuar atrapado por siempre en un cementerio de rencor y tristeza.

En este camino de reflexión Patú conoce a un enterrador que deambula por el cementerio y de alguna u otra manera es el guía de la vida; también hace amistad con una güera que se cree Barbie y que encuentra la valentía bajo un árbol; además se encuentra con una mujer medio “darkie” que se convierte en la heroína de esta historia.

Comparsa La Bulla presenta Patu el muerto vivo, con la dirección de Elodia de Casa, en el Foro de las Artes del CENART, agosto 2013 Otros de los amigos con los que nuestro raro personaje ha tenido la oportunidad de encontrase son dos gatos panteoneros –uno gordo y otro flaco– que habitualmente le maúllan a la noche; finalmente nos presenta a otros amigos, también un poco raritos, se trata de tres zombies vegetarianos que tocan el trombón, el saxofón y la trompeta.

En esta nueva propuesta en escena, como en las demás obras de Comparsa La Bulla, la música se convierte en un eje del espectáculo, la cual al combinarse con otros lenguajes escénicos, da como resultado una experiencia emotiva y divertida que nadie, en verdad, debe perderse.

Patú El muerto vivo ofrecerá funciones, de jueves domingos, hasta el próximo 11 de agosto, en el Foro de las Artes del Cenart y para llevarla a escena, Elodia de Casa, quien como antes ya dijimos dirige la obra y también lleva el personaje de Bela, comparte el escenario con Hiram Río (Patú), Karen Espinosa (Güera), David Soto (Gato flaco), Alexis Chacón (Gato gordo), Víctor Rodríguez (Enterrador), Francisco Toledo (Zombie), Edgar Castañón (Zombie) y Yoni Pilotzi (Zombie), todos muy buenos actores que encuentran que el teatro es un motivo bastante accesible para reír en los días lluviosos de este verano en la Ciudad de México.

Comparsa La Bulla presenta Patu el muerto vivo, con la dirección de Elodia de Casa, en el Foro de las Artes del CENART, agosto 2013 Así que ya se sabe ¿Quieres aprender a reír hasta en los peores momentos? Entonces, ¿qué esperas para dejar de ser un muerto viviente? y vienes a conocer una historia que además de ser muy divertida, explora las funestas consecuencias que las carencias afectivas imprimen sobre los jóvenes. Y por si fuera poco, también plantea el porque el abandono infantil, la educación autoritaria y las experiencias negativas marcan y determinan nuestra vida adulta hasta el grado de robarnos la alegría de vivir.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.