
Por: Enrique R. Mirabal — 3 de julio, 2013
La CND, bajo la dirección de Laura Morelos, sigue festejando sus 50 años…
Mantener en repertorio a los grandes clásicos no es sólo deber sino obligación de toda agrupación dedicada al ballet clásico como es el caso de la CompañÃa Nacional de Danza. La principal razón es evitar que se pierda un patrimonio universal que, desde Luis XIV hasta la fecha, ha evolucionado en técnica y enfoques pero sigue conservando su esencia, perpetuarse como una manifestación artÃstica.
Para continuar la labor del Rey Sol, Noverre, los Taglioni, Petipa y Balanchine se necesita un trabajo constante, una fuerte disciplina y, en primer lugar, sensibilidad especial para apreciar la danza, de lo contrario todo queda convertido en rutina.
Los resultados del trabajo construido sobre la base del talento saltaron a la vista el pasado fin de semana en el Palacio de Bellas Artes.
La Giselle que encantó a Gautier vÃa Carlota Grisi tuvo en cuatro bailarinas de la CND, Blanca RÃos, Lorena Kesseler, Elisa Ramos y Mayuko Nihei, un equivalente digno de perpetuar la tradición pero esto no hubiera tenido ningún mérito sin haber sido cobijado por una compañÃa profesional en la que se focalizó hasta el mÃnimo detalle.
Quizás, esa preocupación por destacar el estilo romántico, los números de conjunto ejecutados con la nitidez suficiente para no emplastarse con la escenografÃa y la unidad dramática como piedra de toque, elevaron estas representaciones a un estado muy cercano a la perfección: un pas de dix del primer acto equilibrado, papeles de carácter acometidos con credibilidad; en el segundo acto, el desplazamiento de las willis en lÃneas paralelas, un talón de Aquiles de las compañÃas en las que lo único que interesa son sus estrellas, tuvo en las bailarinas del corps de ballet de la CND un ejemplo intachable de coordinación y buen gusto.
Indudablemente, el toque artÃstico, la pasión por el ballet, la experiencia en este difÃcil arte y la mano segura de su directora Laura Morelos marcaron la impronta de estas cuatro funciones a teatro lleno y aplausos cerrados, algo que no veÃamos desde hace mucho tiempo.
El debut de las jóvenes bailarinas en el complejo y exigente rol de Giselle asà como el desempeño de los bailarines que interpretaron al Duque Albrecht denota una preocupación por renovar elencos y afianzar los logros.
Elisa Ramos, una bailarina que captó la atención de quien escribe estas lÃneas en La cenicienta de Stevenson-Prokofiev, corroboró su profesionalismo y su afán por no repetir lo que ya ha sido bailado excelentemente en generaciones anteriores de ballerinas.
Se vio segura, sin distraerse en prolongar balances o girar de más. Su atención se centraba en no perder lÃnea ni estilo y lo logró con creces. Que todo es perfectible, claro está. Ante todo, un bailarÃn debe ser un verdadero artista y no un robot que repite movimientos sin convicción.
Al finalizar la función, lo más gratificante para el espectador, fuese crÃtico o no, es haber presenciado un espectáculo que puede comparase o superar lo visto en otras compañÃas internacionales y haber corroborado que la CND va por muy buen camino. Nuestro votos porque asà continúe. Lo necesitamos.
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