
Por: Enrique R. Mirabal — 1 de marzo, 2013
Réquiem y Concierto de gala en Bellas Artes celebrando a Verdi
Es común la práctica oficialista, patriótica o institucional de festejar los aniversarios de nacimiento o luctuosos de los grandes artistas o próceres al llegar la fecha en que se redondean años y salen cifras muy apantallantes como centenario, bicentenario… El resto del tiempo, suele reinar un olvido o cuasi olvido lamentable.
Si algún compositor, en una exigua lista de ¿20? permanece vigente y en activo en teatros de ópera y salas de concierto, dentro y fuera de Italia, ese es Giuseppe Verdi asà que, en este 2013, el Bicentenario de su nacimiento, se ha venido festejando por adelantado desde hace dos años con bombo y platillos, percusiones que tanto empleó en sus obras.
Giuseppe Verdi (Le Roncole, 1813- Milán, 1901) comparte año de nacimiento, y, desde hace más de un siglo, los teatros de ópera donde se disputan sus respectivos tÃtulos, con Richard Wagner (Leipzig,1813- Venecia, 1883).
Antagonistas por su estética y rivales por el favor del público y de los empresarios, no son, en realidad, tan divergentes sus dos carreras: Wagner, en sus comienzos, no pudo, a su pesar, evitar la influencia de la ópera italiana, reina absoluta de los escenarios europeos en la primera mitad del XIX.
Verdi, tras crisis creativas y severas aunque injustas crÃticas, sucumbe, tras un largo paréntesis después de Aida (1871) al influjo wagneriano e incorpora postulados como el leit- motiv y la unidad dramática en un giro, no radical pero sà relevante, en sus últimas óperas: Otello (1887) y Falstaff (1893), basadas en obras de Shakespeare, autor al que no recurrÃa desde Macbeth (1847).
Lamentablemente, en la mayorÃa de los casos, veremos y oiremos el desfile de los caballos de batalla de siempre, un repertorio que no pasa de diez o quince tÃtulos, exigua cantidad, considerando que Verdi escribió un total de veintiocho óperas (se incluyen revisiones) desde Oberto, Conde de San Bonifacio estrenada en La Scala en 1839 hasta la mencionada Falstaff que se representó por primera vez en el mismo teatro en 1893.
Por el camino, quedan obras cuya estructura difiere del género lÃrico pero que, en algunos casos, conserva su esencia dramática, baste escuchar su canción In solitaria stanza para comprobar el aserto.
Además de canciones y escasa piezas de cámara, destacan su Te Deum, las Piezas sacras, el Himno de las naciones que popularizara Toscanini en los años de la Segunda Guerra Mundial desde los estudios de la NBC, un Ave MarÃa que no logró desplazar al de Bach-Gounod ni al de Schubert y la Misa de Réquiem que data de 1874 y es la más cantada de sus obras sin contar el repertorio operÃstico.
La Ópera de Bellas Artes, que ya habÃa comenzado a festejarlo desde el 2012, nos ofrece en el mes de marzo dos programas dedicados a Giuseppe Verdi. El primero, el domingo 3 a las 5 de la tarde con una gala a cargo de tres solistas de diverso status en el mundo de la ópera: la soprano norteamericana en carrera ascendente, Joanna Paris; el barÃtono rumano George Petean, también en ascenso, y el tenor mexicano más solicitado internacionalmente, Ramón Vargas.
Un concierto de gala donde las tres estrellas invitadas cantarán las obras de Verdi acompañados por el Coro y Orquesta del Teatro de Bellas Artes, con el maestro Srba Dinic al frente de la orquesta y en la parte coral, el maestro Iván López Reynoso. Además, estarán presentes las voces de la soprano Zaira Soria, la mezzosoprano Belem RodrÃguez, el tenor Gilberto Amaro, el barÃtono MartÃn Luna, el bajo-barÃtono Óscar Velázquez y el bajo Alejandro López nos deleitarán, seguramente, con los highlights verdianos más esperados en los que podrán desplegar y presumir sus cualidades vocales.
Para el jueves 7, próximo a la Semana Santa, un obligado de nuestras orquestas (es posible que se cante también este mes en otras salas y con diferente elenco ) la Messa da Requiem con la mencionada Joanna Paris y la batuta del serbio Dinic más la inclusión de cantantes mexicanos: Grace Echauri, Octavio Arévalo y Rosendo Flores acompañados por la Orquesta y el Coro de Bellas Artes. Libera me, Ingemisco, Dies irae y toda la partitura, como de costumbre, causarán el efecto deseado por Verdi de sobrecogimiento y exaltación a la vez.
Mucho se ha escrito y se seguirá escribiendo acerca del Verdi artista y del Verdi ser humano con todas las pasiones y altibajos del género (humano y operÃstico): su larga y exitosa carrera, sus desacuerdos con libretistas y empresarios, su relación con las mujeres y sus ideas polÃticas, las veces que usó obras de VÃctor Hugo y de Shakespeare; en resumen, una vida que serÃa un argumento irrebatiblemente operático a la espera de un compositor a su altura. En estos tiempos de sequÃa melódica, bien nos vendrÃa.
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