Por: Gabriel Reyes — 16 de enero, 2013
La Temporada 2013 de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México comenzó el pasado fin de semana 12 de enero, en la Sala Sivestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli, con un programa, como de costumbre, extraordinario, esta vez bajo la batuta de José Areán, recientemente nombrado director artÃstico y con la participación especial de la soprano Verónica Murúa.
El maestro José Areán ha dedicado su vida a la música y es hoy por hoy uno de los grandes directores de México; su currÃculum abarca una extensa trayectoria, desde la ópera hasta la producción musical; es un hombre que con orgullo lleva en el corazón un pentagrama y no es necesario escribir a detalle su historial, ya que éste se encontrará en más cien páginas electrónicas.
Lo que cabe aquà decir es que el José Areán es un músico que sabe cumplir con su trabajo, que sabe corresponderle al arte que ha o lo ha elegido, lo que se hizo patente en este primer concierto de Temporada de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), asociación que sabe corresponderle a la música y desde luego a su escucha.
El programa elegido para iniciar este 2013 fue el siguiente: Obertura a La fuerza del destino de Giuseppe Verdi; Obertura a El holandés errante de Richard Wagner; Les illuminations de Benjamin Britten y SinfonÃa No. 9, Del nuevo mundo de Antonin Dvorák.
Saliéndome quizá de los terrenos de un reseñista formal, me reconozco ante todo como un simple escucha, uno más, y desde esta humilde posición es que quiero compartir mi experiencia, desde un corazón dispuesto a vivir lo sonoro, desde unos oÃdos abiertos escuchar.
En el inicio con Obertura al escuchar La fuerza del destino es inevitable no poner alerta los sentidos al gran principio de la obra, donde los cornos anuncian una excelsa melodÃa, aunque con visos de impredecible. El romanticismo se transforma en una especie de euforia incontrolable, y después, al paso de cada compás, va como soltando puntos de tranquilidad, una calma que se sabe fugaz y uno intuitivamente espera esa explosión que sabe necesaria y sin embargo deja una sensación final de agradable paz, de satisfacción y contento. Siete minutos y medio que de manera indómita nos devuelven el reposo.
Posteriormente con Obertura a El holandés errante, gran tÃtulo que abrió las expectativas del público y una vez en marcha, la música fue imparable, toma un destino, y en ese mismo destino estamos los escuchas, es como subirse al barco y adentrarse en el mar, como saber que no hay regreso ni un puerto claro donde anclar, o tal vez sólo irse diluyendo en el tiempo, quedarse inmerso en ese lenguaje, donde todos los sonidos, todos los instrumentos se dirÃa que se vuelven tiempo y espacio sagrados.
No es posible hablar de notas, acordes, tempo, compases, armaduras, corcheas o semicorcheas, no. Es inevitable hablar de sensaciones percibidas desde el lado más humano. Cuando uno está en la música de verdad es como estar en el concierto de la vida. Particularmente esta fue mi experiencia con este trabajo wagneriano.
Sobre Les illuminations –obra en la cual participó de manera eficiente la soprano invitada, Verónica Murúa, una mexicana que además de haber estudiado ingenierÃa quÃmica se propuso, sin equivocación alguna, educar su voz a cabalidad desde el punto de vista artÃstico– diré que me hizo sentir el trabajo de un compositor que procuró el balance de la música y la voz en una obra que da la sensación de una plena conciencia del bien percibir, uno disfruta cada imagen, cada matiz que esta música nos brinda y eso naturalmente se debe al esmerado trabajo del compositor inglés.
Finalmente sobre SinfonÃa No. 9 Del nuevo mundo… no se puede hablar de un tiempo cronológico, un tiempo mensurable reloj en mano. La música es tiempo en el tiempo, momento eterno en un tiempo como sin tiempo. Cuando la música ocurre, se experimenta como el suceder del universo: un colibrà asalta una flor, un venado huye de su depredador, una ballena va navegando en algún lugar del Atlántico, un diente de león es tocado por el viento y se deja transportar en ese vaivén, un niño llega a este mundo o una pareja se entrega en un instante sostenido.
En esta pieza, Dvorák nos deja claro aquel pensamiento de Lao Tsé: Vivir en depresión es vivir en el pasado, vivir en ansiedad es vivir en el futuro, vivir en paz es vivir en el presente…, y eso es la música, un presente eterno porque –en mi particular percepción– la música ocurre cuando se vive nada más que la esencia del tiempo.
Hasta aquà un recuento personal del primer concierto de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México bajo la batuta del maestro José Areán, esperamos sea el inicio de una gran Temporada y un ciclo de éxitos bajo la dirección artÃstica de José Areán.
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Me gusta que integren este tipo de información en relaciónn a las artes ya invita a los jovenes y crea expectativas de lo que pudieran hacer.