
Por: Colaborador Invitado — 1 de octubre, 2007
El largo y esbelto cuerpo de Ute Lemper se impregnó de seducción y melancolÃa, como le sucede a todas aquellas mujeres alemanas que cantan Noche de Ronda de AgustÃn Lara.
Eran las 9.50 cuando la voz metálica de porte y color que habÃa interpretado, de manera magistral, esas composiciones en blanco y negro de cabaret eternamente vinculadas a diosas del Olimpo artÃstico como Edith Piaf o Marlene Dietrich sorprendió cantando en español a los encantados habitantes de la sala principal del Palacio de la Bellas Artes. Diva del teatro musical por excelencia, Lemper paseó su glamour, su arte salvaje y su espigada e intimidante figura por el escenario.
Hasta esa noche entendà la importancia de llamarse Roberto, me imaginé a esa rubia fantástica cantarme al oÃdo una canción francesa rememorando a Edith Piaf, o sus apariciones cinematográficas que han sido terrenos en los que este ángel azul que volaba frente de mi ha sido única. Pero hasta en el paraÃso acústico en el que me encontraba, nada es perfecto; Ute visualizó a un tal Roberto como un sÃmil de luna. Un hombre apuesto, que usa lentes sólo para leer, cumplidor y macho. ConocÃa a Roberto porque la habÃa visitado en su cuarto de hotel donde convivieron con mucha pasión, tenÃa que decirle que ya le parara y Roberto seguÃa y seguÃa.
Estuve de acuerdo con Ute Lemper al autonombrarse mujer loca por sus extravagancias, pero consideró a la mujer mexicana muchos más loca aún por aquello de la pasión latina. Con sus cadenciosos movimientos de cintura vendÃa la idea de que si uno nace con atributos fÃsicos, habrÃa que aprenderlos a usar. Risas fugaces se escucharon.
Ute Lemper es una referencia obligada al eterno mito de la femme fatale, siendo su faceta más conocida la de intérprete oficial de Kurt Weill. Dueña de los registros más fieles al cabaret de la República de Weimar, ha sido la encargada de mantener vivo el espÃritu de aquella época. Bromeaba de la rigidez alemana en contraste con los mil discursos existentes en Latinoamérica.
El sentir latino lo sabÃa claramente esta alemana que venÃa preparada para el rito de “¡otra, otra!”, que en Bellas Artes se pide sólo con aplausos pronunciados. Hizo la aclaración de que los silbidos y peticiones estarÃan a la orden para el lancour.
La noche se tornó de complacencias; puso a votación los números musicales, de extrema derecha, en medio, a izquierda. Del palco izquierdo alguien pidió canción, Uter argumentó que ese número no se lo sabÃan sus músicos e interpretó a capela un pedacito de la canción para complacencia del solicitante.
Por supuesto, la canción más solicitada fue Cabaret. Cuando interpretó a Sally en ParÃs era ingenua y natural, presumÃa su boa de pluma roja que aseguraba perteneció a Marlene Dietrich, razón por la que estaba un poco olorosa; una estola que acompañó a Ãngela Merkel, Lotte Lenya, Édith Piaf, y Condoleezza Rice, incluso a Hillary Clinton –que la protegió de Mónica Lewinsky–, gracias a un homosexual, paso entre manos, maletas y continentes hasta que llegó a su pertenencia.
Aclaró que la “boa-estola†conservaba el glamour o la ligereza de sus antiguas dueñas. Por ratos se sentaba en un banco, lo hizo de manera abierta y franca al interpretar la canción mexicana ya que según dijo se encontraba nerviosa.
Comprobé que en una cita nunca defrauda Lemper, cosmopolita que tan pronto canta en francés como en inglés, alemán o incluso español. Una voz ecléctica y única que domina tanto los sonidos más vanguardistas como las canciones más célebres de hace ya un siglo. Contemporánea y experimental, puso en juego su poder de improvisación, nadie sabe lo que hará en escena. En la parte de arriba alguien gritó: ¡Eres única!, preguntó qué dijo y varios le contestaron en inglés: ¡You are the one!, ¡the best!. Otra vez en Bellas Artes, comprobé que Dios existe.
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