Teatro

Afterplay, secuelas chejovianas, diálogos que diseccionan el mundo del actor

Por: Roberto Sosa — 16 de agosto, 2012

Ignacio Escárcega, lleva a escena Afterplay, secuelas chejovianas, un texto de Brian Friel con la actuación de Mónica Dionne, Rodolfo Arias y Marcial Salinas. Teatro Santa Catarina de la UNAM, agosto 2012 Desde la perspectiva de Antón Chéjov, el artista de teatro debe plantear más preguntas que respuestas; y desde la óptica del espectador, Chéjov nos propone una mirada que a través de sus personajes, dice todo. Encierra a sus personajes en sus más íntimos deseos, los oculta, los guarda y sólo la mirada paciente los descubre. Esta podría ser la lectura de Afterplay, secuelas chejovianas, un espectáculo basado en dos obras cortas de Brian Friel inspiradas en Chéjov: El tío Vania y El oso.

Dos obras que contrastan una de la otra –un drama y una comedia–una versión para tres actores donde Ignacio Escárcega –a partir de la traducción es de Alfredo Michel– nos lleva por dos historias del universo chejoviano, con un solo elenco, para centrar la atención en una actoralidad llena de matices, juego y profundidad.

Ignacio Escárcega, lleva a escena Afterplay, secuelas chejovianas, un texto de Brian Friel con la actuación de Mónica Dionne, Rodolfo Arias y Marcial Salinas. Teatro Santa Catarina de la UNAM, agosto 2012 La primera nos habla de lo que habría sucedido con Sonia y Mijail, después de la muerte del tío Vania. Un café en Moscú es el sitio de encuentro, dos personajes que se descubren en medio de su soledad, su abandono, sus carencias. La atmósfera se llena de palabras y música, para descubrir la tristeza y melancolía; el violín (Martha Moreyra) se incorpora al relato, adereza la intimidad de la escena.

En el segundo acto aparece El oso, y el tono se vuelve distinto, la comedia se apodera de la escena, los personajes cambian –no los actores- y la sala de una finca sirve para la acción de este texto de Friel que en su lectura toma tres personajes; el relato gira a partir de la muerte del esposo de Elena Ivanova, viuda y sin deseos de ver, ni relacionarse con nadie; aparece Grigory Stepanovich para cobrarle una deuda de su difunto marido. Ella es delicada y con porte distinguido; él, un hombre osco y de malos modales. Nada tienen en común, son la antítesis uno del otro, pero los polos opuestos terminan atrayéndose.

Ignacio Escárcega, lleva a escena Afterplay, secuelas chejovianas, un texto de Brian Friel con la actuación de Mónica Dionne, Rodolfo Arias y Marcial Salinas. Teatro Santa Catarina de la UNAM, agosto 2012 Afterplay, secuelas chejovianas nos asoma un poco al universo del Chejov, un filósofo catalogado en la corriente naturalista que perdura en la literatura y en el teatro donde se pronunció como todo un maestro del relato corto. Autor de obras como La gaviota (1896), Las tres hermanas (1901) y El jardín de los cerezos (1914), está última llevada al escenario del Palacio de Bellas Artes en 2010, por la Compañía Nacional de Teatro.

Chejov nació el 29 de enero de 1860 en Taganrog y muere en 1904 a los 44 años de edad, de tuberculosis en Badenweiler, Alemania; además de escritor y dramaturgo, se hizo médico en 1884. La medicina es mi esposa legal; la literatura, sólo mi amante: Antón Chéjov.

Afterplay, secuelas chejovianas que se presenta en el Teatro Santa Catarina de la UNAM (hasta el 7 de octubre), se sostiene en el trabajo actoral de Mónica Dionne, Rodolfo Arias y Marcial Salinas, tres actores llevados por la dirección de Ignacio Escárcega, que nos involucran a través de diálogos intrascendentes, superfluos, pero que atrás esconden el subtexto que es rico, extenso, provocador. Fotos: José Jorge Carreón.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.