
Por: Colaborador Invitado — 1 de agosto, 2012
“Cuando leÃmos la obra nos sorprendÃmos muchÃsimo de la vigencia que tiene el mensaje de Jarry. Habla de la impunidad, la sed de poder, la corrupción del hombre. Ubú es un rey que mata mucha gente y que al final, tranquilamente se va a manejar los dineros de otro paÃs. Es como si hablaramos de algunos presidentes de no hace muchos años. Es algo dolorosamente real y cercano a nosotros y por eso decidimos hacer el montajeâ€, Ihonatan Ruiz.
El teatro que se realiza más allá del Distrito Federal siempre es revelador por el esfuerzo que representa para sus creadores, en este caso, Ubú Rey, propuesta que presenta (hasta el 5 de agosto) la compañÃa jalisciense El Tlakuache, Teatro de TÃteres en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque, fue una grata experiencia por el ingenio del que hacen gala en escena estos jóvenes artistas.
-¡MERDRE!- comienza la obra, una expresión que se repite a lo largo de todo el montaje y que es una muestra de lo obsceno que es el mundo del Pródigo Rey y de la sociedad que padece su imposición.
En la primera escena vemos a Padre Ubú en un retrete, y a su esposa acompañándole mientras lo convence de hurtar el trono del Rey de Polonia, a través del asesinato del mismo. Ubú es un personaje grotesco, que a lo largo de toda la puesta logra transmitir odio y desprecio a su persona.
Tiene un puesto “importante†en el gobierno, pero insuficiente a su codicia, al tener la confianza del Rey, decide aceptar la proposición de su mujer y asesinarle con ayuda de un tercero: el Capitán Bordura a quien le promete un ducado del reino, una vez cumplida su misión. Asà pues, se comete el asesinato al Rey Wenceslao, dejando huérfano a su hijo, quien jura venganza.
En una trama donde las pasiones desbordadas por el poder y por la sed ilimitada de riquezas, hacen de Ubú Rey un personaje atemporal. No importa sà el personaje está situado en la Europa de finales del siglo XII y los actores sacan a cuento hechos relacionados con la polÃtica mexicana actual porque no existe un desfase, por el contrario, la venganza, el asesinato, la trampa, el robo y el cobro excesivo de impuestos siguen vigentes en las “sociedades modernas y democráticasâ€.
Esta versión de El Tlakuache, Teatro de TÃteres no necesita de demasiadas metáforas, algunas bromas incrustadas un poco al azar en los diálogos nos dejan entrever que la puesta es un pretexto para burlarse de la condición social, polÃtica, económica y humana, y también de la trágica situación que hay actualmente en el mundo, en particular en México.
Lo caricaturesco y obsceno de las escenas, adquieren un sentido, que no es un sentido de vulgaridad por sà solo, sino que busca la indignación con nuestra cotidianidad, con la realidad que no cambia y que no está tan lejos del reino de Ubú Rey.
El mérito de la obra se ve reflejado desde el primer momento en que se presenta en escena el trabajo de Pierre Ourly, quien es el encargado del diseño y la construcción de los tÃteres que dan a vida a los personajes. En primera instancia, una obra tititritera dirigida a adultos, no resulta demasiado llamativa, sin embargo, esta adaptación a la obra –escrita a finales del siglo XIX– de Alfred Jarry es un claro exponente del teatro del absurdo que resulta interesante por el ritmo y planteamiento que se trabaja en escena.
El manejo de la voz y los movimientos de los tÃteres, llevados a cabo por Carolina Sandoval, Hossein Ortega y Ihonatan RuÃz, son dignos de aplausos, el trabajo creativo y la ejecución actoral son admirables. Este talentoso trÃo utiliza al máximo la capacidad de las marionetas, y logran adentrarse en la obra y captar la atención del público que sigue cada expresión de los personajes inanimados.
En este punto, cabe resaltar la participación de quienes permanecen en las butacas, cuando la puesta rompe con la monotonÃa del público pasivo-receptor, ya que en un punto clave, éste es llamado a la armas, para iniciar una guerra sin cuartel, donde las bombas y granadas caen sobre los espectadores que una vez agredidos, devuelven el golpe inmisericordes sobre actores y tÃteres, sobre reyes y plebeyos, sin importar a quién y cómo le caigan. El cometido de la obra se cumple cuando los jóvenes actores agradecen y el público, que de entrada estuvo dudoso, les aplaude en reconocimiento a su esfuerzo y a su espléndida expresión artÃstica.
Dirigida por Ihonatan RuÃz, esta versión de Ubú Rey que presenta El Tlakuache, Teatro de TÃteres ya ha probado el éxito en Guadalajara, donde obtuvo el premio estatal como Mejor Montaje y Mejor Dirección. Ahora en nuestra capital nos deja el sabor del buen teatro de manufactura jalisciense.
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