La exquisitez de lo paradójico

Por: Claudia Magun — 1 de enero, 2006

Toda sugestión necesita de dos elementos para poder existir: creer en lo extraordinario y al mismo tiempo estar seguro de su inexistencia. Tal planteamiento es en sí mismo una paradoja que puede resultar desconcertante si se ve desde una lógica lineal y ordinaria; pero la mente humana, las más de las veces, ni es lineal y además se puede dar el lujo de manejar a un mismo tiempo una cantidad de lógicas diversas y aun contrapuestas sin que se caiga en una contradicción.

Así pues, todo hecho es comprobable en la medida en que es posible, sin necesidad de ser corroborado de una forma tangible y menos aún por repetición. ¿Acaso no son los verdaderos milagros productos de la imaginación, al tiempo de ser el detonante para la controversia y los puntos de vista encontrados que en ocasiones rayan en debates espectaculares (que, dicho sea de paso, no aclararán nada)?

En este contexto se puede situar la obra que Teatro/UNAM, México en Escena, Embajada de Canadá y Los endebles, presentan en el Teatro Santa Catarina, El ventrílocuo, de Larry Tremblay, bajo la dirección de Boris Schoemann.

Cabe mencionar que desde hace más de cinco años la Compañía Los endebles se ha dedicado a la difusión del teatro contemporáneo quebequense porque ha encontrado el gusto del público mexicano por este tipo de propuestas.

Sobre la puesta en escena el traductor y director Boris Schoemann señala: “El ventrílocuo es una obra contemporánea, escrita en el 2001, y cuando fue montada en Canadá ganó todos los premios del año, por el texto, mejor puesta en escena, actuación. Es una obra muy extraña, diferente a lo que se ve de otros grandes dramaturgos… es una de esas obras en las que vas quitando esas capas pintadas de pared y descubres que ahí vivió otra familia, otro personaje. O también se puede comparar como las cebollas, tiene distintas capas, distintas historias”.

Otro de los aspectos destacados por Schoemann es que “le gustan los textos fuertes, contemporáneos, que aporten algo novedoso al público, que sean universales, que puedan ocurrir tanto aquí en México como en cualquier otra parte del mundo, sin tener que adaptarlos. Que sean textos que hablen del ser humano y de las problemáticas que vivimos cotidianamente”.

Respecto a su propia obra, Larry Tremblay apunta: “El ventrílocuo está construida como si hubiera dos cuerpos para un solo personaje, o dos personajes para un solo cuerpo. Por lo tanto se instala un combate, evidentemente teatral, por obtener su lugar en ese cuerpo, o por tener esos cuerpos en su lugar. Me divertí imaginando una identidad que, como una pulga, brinca de un cuerpo a otro.”

Así pues, a partir de un planteamiento escenográfico de Jorge Ballina —el cual consiste en cuatro baúles de diferentes tamaños que se desdoblan, a la manera de las muñecas rusas, para dar paso a tanto a microescenarios como a muebles— es que se desarrolla una trama donde un psiquiatra no es siquiatra de una niña que tampoco lo es, si no que se trata de una escritora que a su vez supera a su hermano mayor, quien es el escritor reconocido de la familia, pero que también es el personaje psiquiatra, aunque al mismo tiempo es víctima de las perversidades de su hermana, que es una escritora que se cree niña y plantea un universo hipotético donde todo puede pasar; sin embargo, todo es producto de un enredo de la mente retorcida del hermano mayor…

El elenco artístico está conformado por Alejandro Calva, Alejandra Chacón y Miguel Conde. El equipo creativo lo integran: Jorge Ballina, escenografía; Alejandro Morales, iluminación; Martín López Brie, vestuario; Xicoténcatl Reyes, música.

Considerada como una obra perversa y provocativa, El ventrílocuo es llevada a escena por la Compañía Los endebles, bajo la dirección de Boris Schoemann, en el Teatro Santa Catarina.

¿No es la locura creativa un verdadero desafío a la razón?

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.