Situación de la dramaturgia contemporánea mexicana…

Por: María Teresa Adalid — 7 de agosto, 2007

Reflexión desde la butaca

La dramaturgia contemporánea depende de los autores nacionales que defienden el espacio de la escena mexicana contra la preferencia hacia la dramaturgia extranjera. Tal es el caso de los creadores Javier Malpica Maury, Luis Ayhllón, Bárbara Colio, Silvia Peláez, Carlos Nohpal, Alfonso Cárcamo, Noé Morales, Alejandro Román, Iván Olivares, Mario Cantú Toscano, Reynol Pérez, Verónica Bujeiro, Luis Santillán, Verónica Musalém, Hugo Abraham Whirt, Antonio Malpica, Denisse Zúñiga, Jorge Kuri (+) y Alberto Villareal, entre otros.

Hombres y mujeres con rostros y nombres que destacan por alguna particularidad en sus creaciones, como el conocimiento del universo humano (Javier Malpica Maury), o por su exploración y provocación (Alberto Villareal), sólo por mencionar algunos, pero que, a pesar de su propuesta, talento, y formas, no llenan las butacas de los teatros.

La problemática del dramaturgo mexicano ante el panorama teatral es amplia, representada en diversos factores, uno de los cuales es llevar el texto al escenario, sobre todo porque persiste el llamado complejo de “La Malinche” en algunos directores, situación que explica por qué los autores extranjeros siguen estando vigentes y son quienes se ven atendidos mayoritariamente en producciones que predominan en cartelera, soslayando la producción nacional.

Como consecuencia, pocos dramaturgos mexicanos tienen el privilegio de ver sus creaciones en escena de manera reiterativa, con excepción de Luis Enrique Gutiérrez, Edgar Chías, Ximena Escalante, cuyas obras son optadas de manera consecutiva por algunos directores para su escenificación.

Por si fuera poco, cabe mencionar que los textos dramáticos suelen permanecer años en un cajón a la espera de alguna editorial que se interese en el producto. Un texto sin editorial es un texto muerto, confinado a revivir de vez en cuando y dentro de selectos grupos de aliados que compaginan con la idea poética del quehacer teatral y que circulan el material de mano en mano.

Ediciones El Milagro, la UNAM, Paso de Gato, ediciones de los gobiernos estatales –que escasamente aterrizan en la capital– y algunas editoriales privadas, son las pocas empresas dedicadas a este rubro y vínculo de acceso para atender la demanda de los 4, 866 dramaturgos registrados de todos los ámbitos en Sogem. Es de hacer notar que sólo 1,010 de ellos son socios activos, pero existen muchos otros en diversas latitudes del país que también pertenecen al gremio. La probabilidad de publicación es, pues, altamente competitiva.

Sin embargo no se puede pasar por alto que incluir los proyectos artísticos dentro del presupuesto gubernamental asignado a las artes (recaudado de los impuestos de todos los mexicanos) resulta insuficiente y mal distribuido, pues los apoyos se centralizan en sectores y grupos cerrados, que ven el compartir y la apertura como amenaza a sus intereses. Por otro lado, existe el despilfarro de algunos puestos burocráticos, cuya nómina no hace honor a su esperado rendimiento y eficiencia.

A esto hay que sumar el vaivén de los cambios políticos y la crisis económica que hacen lo propio al no dar continuidad a programas instaurados que se encuentran en vía de obtener resultados; tal inestabilidad repercute en el sistema económico y social del país por lo que la cultura no alcanza a concretarse. Eso sin contar que los estímulos son principalmente económicos (entre 30,000 y 150,00 pesos, cantidades insultantes si se comparan con los costos de un pasaje de avión —el más barato de 70,000 pesos— que tanto gustaba realizar la otrora titular del CONACULTA en el sexenio de Fox), siendo que por motivos de practicidad y eficiencia sería de más utilidad un premio que conllevara la producción completa de la obra.

Por otro lado, es importante mencionar que las temporadas teatrales tienen una permanencia aproximada de tres meses en cartelera; algunas obras exitosas podrían extender este rubro, con la disyuntiva de quitarle trabajo y espacio a otro intérprete o compañía.

Asimismo, los grupos de teatro independiente tímidamente laboran al margen de becas, subsidios y de los centros de poder institucionales para dar rienda suelta a sus propuestas, subsidiado por sus propios medios en espacios que han abierto sus puertas como El Centro Cultural Martí, el Museo Arte Alameda, El Buzón de Arte, el Centro de Investigación Escénica El Teatrito (Yucatán)… propuestas que desafortunadamente no son tan apoyadas en medios de comunicación y que también son una opción digna para la difusión de la dramaturgia nacional sin ser un camino redituable.

En cuanto a la política cultural, el país aún se debate en revalorizar la importancia de la educación artística en las escuelas públicas, no considerando sus valores educativos, espirituales y culturales para el desarrollo del ser humano. Víctor Hugo Rascón Banda tiene razón al decir que la solución es formar desde las escuelas primarias a futuros espectadores; de ahí la existencia del programa Teatro Escolar. El problema de este tipo de propuesta es el resultado a largo plazo de 15 a 20 años para tener resultados tangibles, además de que otros programas como México en Escena, Sistema Nacional de Creadores, Jóvenes Creadores, resultan insuficientes para la demanda de los dramaturgos del país.

A lo anterior hay que agregar que el teatro todavía no ha podido ser remunerativo. La falta de un público asiduo y un espectador que se truncó en algunas generaciones que venían con formación artística, es la razón de que ahora los mismos periodistas, productores, críticos, responsables de instituciones culturales, actores, directores y dramaturgos son los asistentes a los estrenos, los consumistas de libros, y quienes sostienen la taquilla en México, con sus gratas excepciones.

Toda esta dispersión pragmática repercute en el estancamiento e induce a un estado de confusión e incertidumbre con el que se enfrenta la creación artística; a rupturas interiores, división y malestar comunal; a luchas de poder que fatídicamente terminan en una interferencia de discursos, por lo que la creación artística se lleva a cabo en situaciones contiguas apoyada por el valor de una minoría.

Reintegrar la praxis a la unidad de la creación dramática y la puesta en escena, teniendo como base un criterio axiológico, sería un tema para la reflexión en el hecho escénico. De igual forma no hay que olvidar la importancia del dramaturgo reside en la precisión de recolectar e hilvanar pedazos de conocimiento, horas de investigación, y ser un transmisor de la vulnerabilidad, complejidad y virtuosismo de la naturaleza humana para lograr un ensamble meticuloso, concretado en el vértice de un estado de creación que dará un nuevo significado y revalorización a la palabra a través del hecho teatral.

Por ello debemos de apostar el futuro a la dramaturgia mexicana, para asegurar su camino de renovación y permanencia, para producir nuevos públicos atraídos por los grandes géneros literarios que ofrece la escena y reencontrarse con el público antes cautivado.

Claudia Magun
cmagun@interescena.com
cmagun@yahoo.com

Susana Fernández
susana@interescena.com
susana.escenario@gmail.com

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.