El filósofo declara… desde la visión de José María Mantilla

Por: Colaborador Invitado — 1 de mayo, 2012

Antes de viajar a Fracia, José María Mantilla, director de La muerte de un viajante –que se presenta actualmente en el Foro Chapultepec con el primer actor José Elías Moreno–, nos aompañó a ver El filósofo declara, y con ese tono simpático y sencillo que lo caracteriza comparte con nuestros lectores sus impresiones sobre el trabajo escénico que Antonio Castro realiza en esta puesta inteligente que con grandes actuaciones nos muestra que las relaciones afectivas entre los seres humanos no son fáciles para ningún mortal y menos para un filósofo.

¿Cuál es el conflicto que plantea El filósofo declara?
JMM: El enfrentamiento del hombre racional con la vida misma, esa vida simple de todos los días que nos obliga a relacionarnos con las cosas más comunes y en donde el pensar demasiado, por momentos, parece que está de más. Se plantea a través de un juego de espejos o como si estuviéramos ante unas matrioshkas: siempre hay algo más allá de lo que, en apariencia, vemos.

¿Cómo ves el planteamiento de Antonio Castro?
JMM: Existe un contraste evidente entre lo complejo y retorcido que son los personajes y sus conflictos, y lo claro y simple que, supuestamente, resulta la puesta en escena. Esto da como resultado un montaje donde los protagonistas son el texto y los actores. La gran virtud del director es pasar inadvertido.

No vemos gran pirotecnia a partir de los elementos con los que juega (trazo, escenografía, música, iluminación), en contraste con un minucioso trabajo del texto (pausas, matices, intenciones) y una extraordinaria construcción de personajes. El reto más importante del director es no imponerse ante el texto, en definitiva Tony no sólo logra esto sino que además lo exalta de una manera sutil, divertida e inteligente.

El trabajo de los actores, ¿merece el aplauso?
JMM: Estamos ante dos primeros actores (Arturo Ríos y Emilio Echevarría) que siempre sorprenden por la manera en que abordan sus personajes. Nunca se repiten y esto no es tarea sencilla, sobre todo cuando están de manera constante sobre las tablas. Vimos hace no mucho a Arturo Ríos como El profesor, en La lección de Ionesco y su actuación aquí no tiene nada que ver a pesar de que los personajes tienen puntos de contacto.

Esto te habla de un actor inteligente y sensible. Y el tono de la obra es bastante complejo, muchas veces el público piensa que estos tonos cotidianos donde, en la superficie, no pasan demasiadas cosas -los personajes no son héroes griegos o monarcas que cambian reinos por caballos- no demandan demasiado de los actores, sin embargo justamente ahí esta lo complejo. Por su parte, Pilar Ixquic Mata está en medio de estos dos actorazos de una manera sublime.

¿Cómo ves la estructura escénica y concepto visual de la obra?
JMM: Es interesante la propuesta minimalista de la escenografía en contraste con lo laberíntico de la mente de los personajes, sin embargo por momentos siento un poco forzado el juego con las cajas del fondo de donde todo sale. Lo asumo como un espacio aséptico. La iluminación, el vestuario y los muebles ayudan a dar esta sensación. Todo es impecable, incluso la muerte de uno de los personajes es así, no hay sangre, no hay armas, no hay peleas, sólo argumentos.

¿Qué le faltó a la obra?
JMM: Un título más llamativo.

¿Por qué hay que ver El filósofo declara?
Es una puesta que sin demasiadas piruetas nos emociona, nos divierte y nos cuestiona. Cómo espectador, ¿qué más puedo pedir? El público se encontrará con uno de los mejores textos de la dramaturgia mexicana contemporánea y, lamentablemente, eso no ocurre a menudo.

Con las actuaciones de Arturo Ríos, Pilar Ixquic Mata, Emilio Echevarría, Sophie Alexander Katz y Edgar Parra, El filósofo declara se presenta de viernes a domingo en el Foro Shakespeare, un texto que, como bien dice José María Mantilla, es inteligente, divertido y que pone en jaque la figura de aquellos que creyendo que saben demasiado son incapaces de los más cotidiano: establecer relaciones afectivas.

InterEscena agradece el tiempo y espacio que José María Mantilla se hizo para este ejercicio lúdico y didáctico para ver el teatro desde la perspectiva de quién sabe el oficio.