
Por: Colaborador Invitado — 1 de noviembre, 2005
“Hay historias de adultos que se cuentan a los niños e historias de niños que se cuentan a los adultos, a mà me hubiera gustado que me contaran esta historia cuando era niñoâ€; palabras más, palabras menos, asà comienza un hombre adulto llamado Mauricio con La historia de la Oca.
Y cuando vemos, ya estamos frente a un soberbio galerón –duro, rÃgido- de tablas de madera. Es la granja donde vive el niño Mauricio, donde trabaja a diario ayudando a sus padres con las labores propias del lugar. Es también la granja donde vive Teeka, la hermosa oca que nos narrará su historia en esa granja, su vida al lado de su amado amigo Mauricio.
La historia es sencilla: habla de padres muy severos a los que nunca vemos en escena, de un Mauricio soñador y juguetón, apasionado con las historietas y su personaje favorito: Tarzán. De un Mauricio cariñoso que regala pastel a Teeka y la acaricia con infantil ternura. La historia de un pequeño Mauricio que frecuentemente está vendado y con marcas en el cuerpo, sobre todo cuando parece no hacer las cosas bien a ojos de los adultos.
Es una historia de la vida cotidiana en el Québec rural. Hasta el dÃa en que los padres de Mauricio salen y él junto con Teeka deciden jugar en el interior de esa “selva†terrible que puede ser su casa. Una selva donde todo es enorme, las botas de trabajo del papá, los escalones y barandales de la escalera, las camas de los dormitorios, las bañeras: enormes, tamaño adulto. Pero el juego tiene consecuencias “trágicasâ€: almohadas desplumadas, espejos rotos, baños salpicados de agua… Y se vuelven trágicas porque los severos padres regresan antes de lo previsto. Y se vuelven trágicas por la decisión que ha de tomar Mauricio…
La historia de la oca, del dramaturgo Michel Marc Bouchard, es una de esas obras que logran diferentes niveles de lectura por parte del espectador. Con la puesta en escena de Boris Schoemann nos ofrece un espectáculo donde los impactos emotivos llegan al público de acuerdo con su experiencia de vida. Al niño el desenlace le parece sorpresivo y al adulto sumamente doloroso debido a que el manejo de la violencia –agazapada todo el tiempo detrás de Mauricio, y a veces en él- es de una sutileza y cuidado que parece más bien no estar ahÃ. El adulto lo sabe, el niño lo intuye y al final ambos descubren a donde lleva.
De la dirección destaca esa exploración junto con sus actores de la teatralidad poética del cuerpo en el espacio y el manejo de objetos fino, evocativo, provocador, sumamente creativo y divertido, con todas las posibilidades que da el uso de los objetos o el teatro de sombras proyectadas en la pared. Por otra parte está la interpretación correcta de los actores: Emmanuel Márquez y Alejandro Morales que se hermanan tan bien en la travesÃa y llevan a buen puerto el espectáculo: la emoción final y amarga.
Sin duda puestas en escena como ésta son de agradecerse no sólo por el profesional y sugerente diseño de la escenografÃa y la iluminación, por la búsqueda rigurosa de todos los artistas involucrados en cada aspecto del montaje, sino porque muestran caminos alternos, urgentes, necesarios, valiosos, para el teatro que se hace para niños en nuestro paÃs.
Lo invitamos a que lleve a sus niños y a sus emociones, a la mayor brevedad, a ver esta bella obra de teatro.
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