
Por: Enrique R. Mirabal — 19 de noviembre, 2010
Desde un inicio, el cine ha estado vinculado al universo dancÃstico por una sencilla razón: ambas disciplinas, cine y danza/ballet, tienen sus bases en el movimiento que invade espacio y tiempo.
Francia, cuna del cinematógrafo, fue uno de los primeros paÃses en interesarse por archivar, clasificar y conservar su patrimonio fÃlmico nacional y el universal a través de su prestigiosÃsima Cinémathèque que ha hecho historia y fue uno de los marcos imprescindibles de las revueltas estudiantiles del mayo del 68, evento que parece renacer (recargado) en las calles de ParÃs en tiempos de Nicolás.
Derivada de la Cinemateca matriz, la división encargada de recuperar y preservar todo lo relacionado al baile como manifestación artÃstica, se funda a comienzos de los ochenta y ha conseguido recopilar un buen número de films y videos de diversa procedencia y de todas las épocas posibles a partir de la invención de la imagen en movimiento en 1895.
Podremos encontrar en su sitio de internet, lacinemathequedeladanse.com, fragmentos de algunas coreografÃas registradas entre las que destacan las seguidoras de Loïe Fuller, extractos de pelÃculas musicales, grabaciones in situ de bailes rituales de India y otros lugares exóticos para los eurocentristas (y para nosotros también).
También algo del flamenco más puro en pies y manos de Carmen Amaya, clases magistrales, los inicios y la cumbre de Béjart y mucho de la danza francesa en todas las alternativas posibles, incluyendo las generaciones y los grupos de reciente formación.
La delegación invitada por el CCC (Centro de capacitación cinematográfica) y la Cineteca mexicana a la muestra de la Cinémathèque de la Danse (que se llevó a cabo del 7 al 13 de octubre de este año) incluÃa a dos directivos de la Cinémathèque: Nicolás Villodre, encargado de la curadurÃa de la colección y el director Patrick M. Bensard, de quien se exhibió uno de sus dos documentales sobre la coreógrafa norteamericana Lucinda Childs y sus trabajos montados para compañÃas europeas.
Además se pudo apreciar, cronológica y estilÃsticamente, la evolución de los más originales coreógrafos franceses contemporáneos: Angelin Preljocaj y Philippe Decouflé quienes también se aventuraron en la dirección de la filmación de sus obras.
No faltó la danza clásica representada por los más brillantes bailarines de la segunda mitad del siglo XX: Rudolf Nureyev, cuya influencia trasciende en la escena mundial, y el hiperactivo Mijail Baryshnikov.
Por supuesto, Maurice Béjart tuvo un programa exclusivo con tres obras de sus inicios, en especial, su icónica Consagración de la primavera.
Ojalá esta muestra de danza en el cine impulse la creación de un archivo similar entre nosotros y que motive a cineastas y videoastas a dejar para la posteridad un legado de la danza mexicana que no será bicentenaria pero tiene lo suyo.
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