Irina Dubrovskaya y Ramón Vargas en Lucia di Lammermoor

Por: Enrique R. Mirabal — 19 de febrero, 2017

Irina Dubrovskaya y Ramon Vargas en Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti. Palacio de Bellas Artes, febrero 2017 Regresa Lucia di Lammermoor al Palacio de Bellas Artes para despertar los ánimos de los amantes de la ópera. Este domingo 18 de febrero inicia esta producción del Teatro Bicentenario de León, Guanajuato, que con tino, entusiasmo y talento dirige Alonso Escalante.

Existe una puesta anterior de la Ópera de Bellas Artes que data de la década pasada, una producción que en su momento nos dejó un buen sabor de boca y nos permitió descubrir a la soprano Eglise Gutiérrez, muy bien recibida por todos. En esta nueva versión, el elenco escogido lleva al frente a dos cantantes que, con su sola mención, son suficiente atractivo para el melómano: el tenor mexicano Ramón Vargas y la soprano rusa Irina Dubrovskaya.

Dos talentos internacionales acompañados por las voces de Juan Carlos Heredia que lleva el papel de Enrico; el bajo venezolano Ernesto Morillo alternando el papel de Raimondo con José Luis Reynoso. También estarán presentes en el escenario, el tenor Leonardo Joel Sánchez (Premio Ópera de Bellas Artes en el XXXIV Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli 2016), la joven mezzosoprano Gabriela Flores y el también tenor Gilberto Amaro, entre otros cantantes, algunos en su primera vez en el Palacio de Avenida Juárez.

Ramon Vargas e Irina Dubrovskaya en Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti. Palacio de Bellas Artes, febrero 2017 Lucia di Lammermoor es un título favorito del género, quizás la ópera más famosa de su autor, Gaetano Donizetti, uno de los compositores que, junto a Rossini y Bellini, cimentó las reglas del belcanto, con antecedentes esenciales en el barroco pero consolidado como estilo y tendencia entre finales del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX.

Virtuosismo, arias y duetos cargados de fiorituras y enormes retos en cuanto a alcance vocal según la tesitura e inusitada velocidad en la emisión de las frases musicales, requiere esta ópera que en seguida de su estreno atrapó a un público que exigía mayores dificultades en los intérpretes que emulaban los logros alcanzados por los castrati. Marca esta época, la aparición de divas que enardecían a los fanáticos que las convertían en seres míticos para los cuales, los músicos componían arias y números de conjunto expresamente creados para el lucimiento de sus facultades vocales. Obras y/o fragmentos a la medida de las divas, subrayando las virtudes y obviando los puntos débiles.

Ramon Vargas e Irina Dubrovskaya en Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti. Palacio de Bellas Artes, febrero 2017 Una denominación se convirtió en genérico, las arias de locura que desde Giovanni Paisiello aparecen en la ópera y fructifican en el siglo XIX. No hay mejor escena para brillar y arrobar al público que los excesos asociados a los momentos de delirio y enajenación, todo es permitido con tal de contagiar al auditorio el paroxismo de la cantante.

Varias óperas presumen virtuosísticas escenas de locura: La sonnambula de Bellini e I puritani, Anna Bolena y Roberto Devereux de Donizetti, además de las compuestas por Verdi en óperas como Macbeth e Il Pirata. Sin ser considerada como un aria de locura pero sí de desenfreno irracional (léase rabieta) la Reina de la noche en La flauta mágica de Mozart exacerba sus celos y fustiga a su amilanada hija.

Agudos y sobreagudos caracterizan este solo, uno de los más socorridos por las sopranos de coloratura, un aria ineludible en esta tesitura al igual que la escena de la locura, última aparición en escena de la heroína de Donizetti en Lucia. Trinos de la voz en contrapunto y rivalidad con el agudo sonido de la flauta (armónica de cristal en la versión original), mientras más sube el instrumento de viento, más esfuerzo le exige a la soprano.

Ramon Vargas e Irina Dubrovskaya en Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti. Palacio de Bellas Artes, febrero 2017 A mayor número de alucinaciones, más posibilidades de exhibir las cualidades vocales de la intérprete de Lucia. La siberiana Irina Dubrovskaya, a juzgar por algunas grabaciones escuchadas en internet, promete dejar complacido al auditorio. Las partes encomendadas al tenor Ramón Vargas, un gran triunfador del papel de Edgardo en la escena internacional, son también un referente obligado de las exigencias que para todas las tesituras imponía Donizetti. Inclusive, al tenor le corresponde cerrar la ópera con notables exigencias en su registro.

Para los días de representación de esta ópera en el Palacio de Bellas Artes, se ha optado por un elenco alterno en los papeles principales a los que habrá que prestar atención por aquello del futuro de la ópera en nuestro país, Ramón alterna con el tenor mexiquense Hugo Colín e Irina con Angélica Alejandre (ambos cambios serán el martes 28).

Ramon Vargas e Irina Dubrovskaya en Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti. Palacio de Bellas Artes, febrero 2017 La Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes en conjunto con la producción proveniente del Teatro Bicentenario de León será dirigida musicalmente por el maestro Srba Dinic, muy conocido de los habituales del género, además, Luigi Taglioni en la dirección huésped del coro. La parte escénica corre a cargo de Enrique Singer, hoy director de la Compañía Nacional de Teatro, quien se apoya en el movimiento escénico de Antonio Salinas, la escenografía e iluminación de Philippe Amand y el vestuario de Estela Fagoaga.

Las oportunidades para ver Lucia di Lammermoor en Bellas Artes inician este domingo 19 y se extienden hasta el martes 28 de febrero con funciones los domingos, martes y el jueves 23. La demanda de boletos para esta primera propuesta de la Ópera de Bellas Artes para 2017, ha sido incontenible.

Apresúrese a conseguir su lugar en el Palacio para que no se pierda esta romántica ópera que tiene como escenario la Escocia del siglo XVII en las montañas de Lammermoor para contar la tragedia de la joven Lucía Ashton que como versa en el libreto del italiano Salvatore Cammarano encierra el dramatismo literario de una historia de amor y rivalidad descubriendo la belleza del bel canto. Fotos: Ana Lourdes Herrera.

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“Uno no debe permitirse salir al escenario sin estar preparado en cuanto al conocimiento del personaje que se interpreta, si el ballet tiene una historia hay que contarla y vivirla lo mas real posible. Como intérprete, el reto es hacer llegar y entender al público la historia solo con los movimientos del cuerpo”, Raúl Fernández, diciembre 2009.