
Por: Aracely Cortés — 23 de noviembre, 2011
“Si pudiera ser alguien completamente distinto de quien soy. Si pudiera ser alguien completamente distinto de quien tengo que ser. Otra persona”
En la cocina de un restaurante de comida oriental se desenvuelven cinco de los quince personajes que representan un juego de espejos en que la interminable sucesión de imágenes difumina los planos de realidad.
Arturo RÃos, José Sefami y Ana Graham –quienes alternan funciones con JoaquÃn CossÃo y Concepción Márquez respectivamente–, Antonio Vega y Patricia Ortiz conforman el elenco de El dragón dorado, una obra de personajes y hechos aparentemente inconexos que confluyen en un restaurante de comida rápida.
Una metáfora contemporánea de la sociedad en un texto de Roland Schimmelpfennig donde Daniel Giménez Cacho logra su cometido, a partir de un elenco bien integrado que realiza un buen trabajo actoral y, todo el cÃrculo se cierra con la escenografÃa de Auda Caraza y Atenea Chávez y el diseño de iluminación de VÃctor Zapatero.
Una dramaturgia narrativa, casi cinematográfica, marca registrada del autor, donde se intercalan acontecimientos que llevan al público a presenciar momentos disÃmbolos. Situaciones farsicas donde un pequeño restaurante en la planta baja de un edificio es el móvil para dar inicio a un turbulento lote de escenas donde los cocineros, entre empujones, gritos y preparaciones de sopa wonton, gallina laqueada y arroz chow fan, hechos camote –término usado por estos personajes cuando están fuera de tiempo para servir a los comensales y con decenas de comandas que atender– buscan un remedio casero para aliviar un dolor de muelas…
Entre este y otros males, ocurre un desafÃo entre los limites de la forma y el espacio para dar lugar a un contexto situacional donde a partir de la imaginación y la creatividad, surgen anécdotas cotidianas que se entretejen entre las personalidades, las voces y las ideas de cada personaje.
Actores van y vienen, suben y bajan, se desplazan, cambian de sexo, de plática, de historias, pero sobre todo de situaciones y problemas. En un primer momento es el cocinero, de pronto con una pañoleta al cuello es una azafata, que cansada de un largo viaje decide cenar en este restaurante de comida oriental.
Circunstancias que pueden ser paralelas a las vidas, tomando el restaurante como una estructura donde deambulan azafatas con todo y novios, un anciano pervertido que tiene secuestrada una niña o una pareja a punto del divorcio y un tendero borracho.
Si, un restaurante donde en una barra se cruzan mas de una decena de personajes que viven, trabajan, y mueren en un mismo edificio. Donde la problemática de los empleados, clientes y vecinos se dimensiona; sus pequeños dramas y desencuentros adquieren una dimensión alegórica, de fábula arriesgada que a pesar de su tono surrealista es un reflejo innegable de la realidad del mundo actual.
Un texto de Roland Schimmelpfennig (traducido por Ana Graham, Stefanie Weiss y Antonio Vega) donde la visión escénica de Giménez Cacho enfoca la atención en el contexto situacional e invita a los actores a explorar, a partir de resoluciones artÃsticas, la fragmentación de la condición humana, la perdida de la identidad y las consecuencias de la priorización del bienestar individual por encima del bienestar social.
El dramaturgo, –nacido en Gotinga en 1967– pertenece a un grupo de jóvenes autores que están revolucionando el panorama de la escena teatral y es uno de los escritores alemanes más destacados de su generación. Con El dragón dorado ha dado la vuelta al mundo y ha sido bien acogido en varios teatros de Europa, una dura prueba que le valió en 2010, el Münheim Drama Prize, importante galardón que reconoce a lo mejor del teatro en idioma alemán.
En su razonamiento sociológico, Schimmelpfennig trabaja con temas vigentes, pero los aborda desde una perspectiva particular, la temática central es la vida cotidiana de los inmigrantes, de los desposeÃdos que llegan a paises ajenos, donde si se quedan, es probable que terminen siendo cocineros, como los personajes de su obra.
Seres humanos de la nacionalidad que sea, que sin importar donde vayan carecen de los derechos elementales de un ser humano, pequeñeces como ir al dentista se les convierte en una verdadera encrucijada; o como aquellas búsquedas interminables que muchas veces tienen que hacer para encontrar a una familiar o amigo siempre están presentes.
El dragón dorado, una producción de Piedad Teatro Producciones que desde su estreno en el Teatro Santa Catarina ha desafiado los gustos, porque son varios aquellos que no aprobaron esta propuesta de Daniel Giménez Cacho, pero también los hay que salieron con un buen sabor de boca y una total satisfacción por encontrarse con personajes e historias que habitan entre sÃ, tal vez sin identificarse los unos con los otros, sin reconocer quiénes están junto a cada uno, personajes que se buscan a sà mismos y a sus pares, algunas veces de forma casi inconsciente.
Porque El dragón dorado son pequeñas anécdotas que dan tema a un texto diferente donde el desplazamiento de géneros e individualidades se desvanecen y reaparecen entre la narrativa y los diálogos.
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