
Por: Miguel G. Calero — 11 de septiembre, 2018
“Hijos mÃos, vástagos recientes del antiguo Cadmo, ¿por qué esta actitud, aquà sentados, como suplicantes coronados por ramos de olivo?”, Edipo, Sófocles.
Escribir unas cuantas lÃneas, a las que a veces llamo reseña crÃtica, sobre la obra de Edipo: Nadie es ateo, es un riesgo difÃcil de afrontar, pero necesario. Otro riesgo será, para todos los que gusten de los escenarios, el puro hecho de ver la obra; aunque no se vean necesariamente llevados a escribir algo sobre lo visto, la consciencia pedirá cuenta continua de lo que nos hemos atrevido a ver.
Inicio esta nota pidiendo vehementemente al lector tenga cuidado. No porque haya peligros en el recinto ni mucho menos se ofenda a los asistentes, sino porque, como ya he recalcado, es un riesgo, pero es uno que vale toda la pena correr. Tanto como el que se atreve a vivir sabe que morirá, asà el que mira a Edipo: Nadie es ateo debe tener por seguro que nos hemos de perder y encontrar en las inmensas aguas de cavilación vital.
Pero nuestros riesgos son mucho menores, sea al ver o al escribir, que el que han corrido los artistas que nos presentan generosamente Edipo: Nadie es ateo. A eso, lectores y lectoras mÃas, es a lo que debemos llamar valentÃa… ¿Quién se atreve a poner una adaptación del posible drama más famoso de la historia y busca ofrecer algo nuevo? En una palabra: artistas.
Bajo la dirección de David Gaitán y un excelente equipo actoral conformado por Raúl Briones (Edipo), Carolina Politi (Iocasta), Adrián Ladrón (Creonte) [a quien doy una especial y personal felicitación: gracias, Adrián], Diana Sedano (Tiresias) y Ramón Morales (mensajero), Edipo fue nuevamente posible y magistralmente traÃdo a nuestra realidad y tiempo.
Un sofocliano acierto anterior, del que tuve el honor de escribir otras lÃneas, se tuvo ya con la adaptación de AntÃgona; tal parece que los arquetipos que Sófocles nos enseñó, perduran y perdurarán mientras la polis, los padres, madres e hijos existan en este mundo.
El también director de escena Alfonso Ruizpalacios, amigo del Gaitán, tuvo el agradable gesto de hacer un programa de mano que incluyera una divertida pero sumamente profunda reflexión psicoanalÃtica, todo en un nuevo género literario (de hecho, parecido a la dramaturgia) que se basa en editar el chat de whatsapp.
Leyendo cuidadosamente esta vanguardista introducción podemos darnos cuenta de las preocupaciones de este joven autor y director, que no distan mucho de las de Sófocles, o Edipo, o yo, incluso de las tuyas, querido lector. Las preocupaciones humanas más profundas asechan la puesta en escena que se presenta –de jueves a domingo hasta el próximo 23 de septiembre– en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón en el Centro Cultural Universitario.
“La ficción es un remo raquÃtico capaz de defenderse”, Iocasta.
¿Cuáles son estas preocupaciones que tanto enfatizo y presumo de halladas por mi crÃtica en esta obra? Es la necesidad metafÃsica que embriaga a los humanos en todo momento. El rebaso que nos hace la divinidad poética ante nuestras posibilidades intelectuales.
La incomprensión de cómo es que, en la búsqueda de negar el destino asignado terminamos cumpliendo lo que ya se ha dicho, y asà la historia nos orilla a un ciclo de poder, guerra, derrocamientos y muerte; pero también de solidaridad, plenitud, soberanÃa y vida.
Gaitán puede estar presentando la tragedia griega de un hijo que asesina a su padre y fornica con su madre; pero en un sentido mucho más profundo nos habla de él, de su entorno, de cada ser humano que lleva algo de Edipo en sà mismo.
“Te excita el sonido de tu nombre, ¡Edipo!” Iocasta
“Yo Edipo, el que se masturba ante el espejo” Edipo
Si alguien me preguntara “¿de qué trata la obra?” me verÃa en serias dificultades, puesto que el material de reflexión es muy amplio: las relaciones familiares directas (como de quién nacemos), las relaciones de amor y odio, el conflicto de la insuficiencia epistemológica y los alcances cientÃficos, la pulsión freudiana-lacaniana en la polÃtica, el despotismo de los poderosos, la disidencia y resistencia de los subversivos…
Pero, en mi humilde opinión, no es precisamente de eso de lo que trata la obra. La obra trata del ser humano, tanto David, como tú y yo. Y del potencial Edipo que podemos ser.
¿Quién es este Edipo que amenaza con ser todos? Un narciso herido, que sangra ante la esfinge que le mostró que su mayor descubrimiento no es su género, sino él mismo. Es ese egoÃsmo natural que podemos llevar hasta las últimas consecuencias…
Donde no tenemos señor ni dueño, ni lÃmite ético, moral o espiritual, puesto que este narciso eligió, parecido a Adán, comer de un saber dónde él serÃa referente de lo bueno y de lo malo, donde él serÃa su mismo Dios, al que obedece, sirve y adora.
El ser humano esclavo de sà mismo. Nadie, absolutamente nadie, es ateo. Aquel que categóricamente se asuma como tal, deberá encontrar (tal vez con un espejo, no lo sé) aquello que en lo escondido, adora.
Las actuaciones son más que soberbias. La fuerza en cada acto es certera para pronunciar las intenciones. El trabajo personal y común es de unos vuelos que habrÃan gustado al mismo público del Ãgora ateniense.
Por su parte, el maestro Alejandro Luna realizó toda una hazaña con el diseño escenográfico y de iluminación (en especial con la sorpresa final) y contó con la ayuda de Mario MarÃn del RÃo (vestuario), Rodrigo Espinoza (diseño sonoro) y Amanda Schmeiz (maquillaje). Todo el concepto de Edipo: Nadie es ateo está evidentemente vinculado a cada trazo que los actos marcan, la sincronÃa entre maquillaje y vestuario, o sonidos y luces, hace que los diálogos sean acompañados con coherencia y finura.
El Ruiz Alarcón hace cita para todo el valiente que guste de asistir. Me tomo la libertad de ser yo mismo, querido lector, el que le anime e invite al encuentro consigo mismo en cuanto suba el telón. Fotos: Daniel González.
Un listado de enlaces a centros culturales, música, teatro, danza, infantiles, festivales y medios y más.
Quisiera informes de la obra, en relación a precios, horarios, en que fechas se presenta y en que teatro.
Gracias