Por: Susana Fernández — 15 de agosto, 2017
“Mientras haya teatro y nos sigamos reuniendo para plantearnos los dilemas y las inquietudes profundas de la existencia humana habrá esperanza. Reunirnos para celebrar el enigma de lo humano, para hacer teatro es enormemente alentador”, Luis De Tavira.
Es el 3 de septiembre de 1939, tan sólo dos dÃas después de la invasión a Polonia por Alemania y la fecha en que históricamente inició la Segunda Guerra Mundial con la declaración de Reino Unido en contra del gobierno nazi de Hitler. Es éste el escenario histórico donde el escritor norteamericano Mark St. Germain sitúa el encuentro ficticio entre dos grandes intelectuales del Siglo XX, el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, interpretado por Luis de Tavira y, el novelista y filólogo británico Clive Staples Lewis a quien da vida Ãlvaro Guerrero, dos personajes por demás complejos que hacen de La última sesión de Freud un delicioso diálogo entre dos hombres de ideas my particulares que habrán de esgrimir con toda su lógica y poder de argumentación el por qué de sus creencias.
Bajo la dirección de José Caballero, este suceso teatral suma para todo amante de las artes escénicas el poder apreciar el trabajo como actor de toda una institución del teatro como es el maestro De Tavira, quien casualmente este año cumple medio siglo de trayectoria sólo como director.
“Yo no elegà el teatro, el teatro me eligió a mÃ. Voy a cumplir 50 años de director de escena y de pronto esta es la manera de llegar a ese momento, asà que me toca ser obediente. Ya que el director es el primer espectador, un espectador de calidad cuya misión central es ser el primer testigo de ese espectáculo que empieza a detonarse en la mente del actor. De pronto me han invitado a ponerme del otro lado y para mà es todo un reto y un regalo. No pienso poner en práctica lo que suelo enseñar en mis clases de actuación, en éstas he intentado reunir una experiencia y una sabidurÃa que he aprendido de los actores, por lo tanto mi respeto al arte de la actuación es enorme y como actor intento, humildemente, trabajar. Eso sÃ, la primera lección es ponerme en manos del director y dejarme dirigir, mal negocio serÃa que no fuera asÔ, Luis de Tavira.
Con esta actitud de humildad, reservada sólo a quienes se saben grandes, sin necesidad de comprobar y justificar ningún acto de su vida profesional, podemos ver a un Luis de Tavira como el neurólogo aquejado por un cáncer terminal que lo agobia y lo hace sufrir fÃsicamente mientras espera el encuentro en su casa, en Londres (donde ha llegado exiliado por los nazis), con el medievalista y académico, Clive Staples Lewis, una cita donde ambos se enfrentan con el respeto debido en un tête à tête que pese a no dar tregua los sitúa en un diálogo violento pero de convicciones.
La última sesión de Freud en un ejercicio –donde además de la tragedia, también tiene cabida el humor– que atrapa la atención del espectador desde la butaca. De principio a fin la historia subyuga en una ficción que permite reconocer los argumentos de dos mentes privilegiadas que disertan sobre la eterna pregunta de la humanidad: la existencia de Dios.
Sin embargo, más allá del cuestionamiento divino, la trama ofrece el descubrir a dos hombres que se encuentran frente a un momento trascendental que habrá de marcarlos a partir de un hecho histórico donde la brutalidad de la guerra no sólo les afectará de forma individual, también lastimará a la humanidad completa. Ellos que son hombres de conocimiento lo intuyen y representan al ser humano que busca y necesita asirse de algo para los momentos adversos que se avecinan, un ancla que inquiere en la ciencia o en la fe la fuerza necesaria para hacerle frente a la ignominia de la brutalidad.
“Esta es una obra que yo no veo que sea fundamentalmente conceptuosa o filosófica, ni siquiera teológica que podrÃa llamarse asà ¿sà el debate es la cuestión de Dios? Creo que es una obra profundamente humana que polemiza desde el corazón de la crisis del espÃritu, en un momento lÃmite. Nos situamos en el dÃa en que por la radio estos personajes se enteran que ha estallado la Guerra Mundial y empezará esa catástrofe brutal de la que aún parece ser que no nos reponemos o no recordamos a cabalidad. Ahà en esta zozobra, dos hombres se preguntan de la autenticidad de sus dudas y de sus crisis, las preguntas centrales, las preguntas decisivas, entre las que desde luego está el problema de Dios”, Luis de Tavira.
Y si bien los momentos que se viven en la trama se sienten amenazadores, la escenografÃa original del maestro Alejandro Luna, añade luz a cada escena, la recreación de la casa donde Freud pasó sus últimos dÃas permite que ambos actores se acomoden despreocupadamente en la escena para que asà como espectadores podamos apreciar, a pesar de las circunstancias, a un Freud que dentro de su vulnerabilidad permanece de pie aferrado a sus convicciones y, como a pesar del dolor, se levanta para cuestionar al otro.
Original de Mark St. Germain, La última sesión de Freud, un proyecto de gran envergadura de Ortiz de Pinedo Producciones, que se gesta con cuatro grandes figuras del teatro: José Caballero, iluminación y escenografÃa de Alejandro Luna y la actuación de Luis de Tavira y Ãlvaro Guerrero, se presenta de viernes a domingo en el Teatro López Tarso del Centro Cultural San Ãngel, un obra dramática que más allá de lo divino nos enfrenta con la necesidad de replantearnos convicciones sobre el comportamiento del ser humano y su capacidad de reflexionar sobre su proceder ante la vida.
“Seguimos haciendo teatro rodeados de barbarie, nos rodea por todos lados, a donde volteemos enfrentamos esta batalla decisiva entre barbarie y civilidad. Hay cosas que no podemos ignorar y no podemos dejar de preguntarnos, esta obra las pregunta a cabalidad”, Luis de Tavira.
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